Contraluz #29

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La luz del sol apenas logra filtrarse a través de las gruesas cortinas de mi habitación en Hogwarts, marcando el inicio de otro día después de lo que solo puedo describir como unas "vacaciones" agotadoras. A pesar del cansancio acumulado, tanto físico como emocional, algo dentro de mí se niega a permitir que este nuevo día se desperdicie bajo el peso de la reciente tensión entre mis amigos y yo. Así que, con un esfuerzo que parece monumental, me arrastro fuera de la cama, decidido a enfrentar el día con el mayor ánimo posible.Mis pasos me llevan por los pasillos de Hogwarts, donde el ambiente general parece reflejar mi propio estado de ánimo: una mezcla de anticipación y cautela.

A medida que me acerco al aula para nuestra primera clase del día, puedo sentir la tensión palpable en el aire. Todos actuamos con una normalidad forzada, intercambiando saludos y sonrisas que apenas disfrazan la incomodidad subyacente. Es como si hubiéramos llegado a un acuerdo tácito de ignorar los eventos recientes, de pretender que nuestras acciones y confesiones no han cambiado las dinámicas de nuestro grupo.La clase comienza y, por un breve momento, la normalidad parece regresar. Nos sumergimos en la lección, permitiendo que la familiaridad del aprendizaje nos distraiga de nuestros pensamientos y emociones conflictivas. Pero incluso aquí, en el refugio de la rutina académica, siento la tensión latente, una chispa que amenaza con encenderse en cualquier momento.

Es extraño cómo, incluso en medio de la magia y el misterio de Hogwarts, nuestras emociones humanas pueden crear un drama tan palpable.A pesar de la aparente calma, no puedo evitar sentir que este es solo el ojo de la tormenta, una pausa antes de que se desate el próximo caos. Y, sinceramente, parte de mí se pregunta qué forma tomará ese caos. Después de todo, este es nuestro tiempo en Hogwarts, un lugar donde lo ordinario se entrelaza con lo extraordinario de formas inesperadas. En algún lugar, en el fondo de mi ser, siento una mezcla de anticipación y nerviosismo por lo que el día nos depara. Pero por ahora, me concentro en la lección, en la magia a mi alrededor, tratando de aparentar normalidad, incluso cuando todo dentro de mí grita que nada volverá a ser igual. Mientras el profesor despliega su acostumbrado entusiasmo al frente de la clase, no puedo evitar que mi atención se desvíe hacia mis compañeros. Es un día particularmente claro, donde los rayos del sol se filtran a través de las altas ventanas del aula, bañando todo en una luz dorada que, bajo otras circunstancias, hubiera considerado hermosa.

Sin embargo, hoy mi enfoque está en las sutiles señales que revelan cómo todos hemos sido afectados por los recientes acontecimientos.Penny, como siempre, es la imagen de la dedicación, con su mirada fija en el profesor y su pluma danzando rápidamente sobre el pergamino. Su postura, erguida y atenta, podría engañar a cualquiera para que creyera que todo está bien, pero noto una tensión en sus hombros, una rigidez que no estaba antes. Es como si llevase el peso del mundo en ellos, aunque su rostro muestre la calma de siempre.Por otro lado, Merula, cuya presencia suele ser imponente y dominante, hoy parece una sombra de sí misma. Sentada sola en una mesa, algo que raramente hace, su mirada ocasionalmente se desvía hacia el vacío, perdida en pensamientos que solo ella conoce. La ausencia de Barnaby a su lado es notoria, una imagen tan rara como desconcertante.

Hablando de Barnaby, lo encuentro sentado con algunos Slytherins, pero su usual semblante alegre y desenfadado ha dado paso a uno de fatiga. Cada tanto, bosteza disimuladamente, y sus ojos parecen buscar algo... o a alguien. Aunque intenta participar, su energía no es la misma, como si la noche anterior aún le pesara.Rowan, fiel a su naturaleza estudiosa, también se concentra en sus apuntes, pero incluso su habitual entusiasmo parece mermado. Sus anotaciones son meticulosas, sí, pero sus pausas son más frecuentes, sus miradas más distantes, como si luchara por mantenerse anclado en el presente.Y luego está Tulip, quien, a pesar de estar rodeada por un par de amigas y participar en una conversación, no irradia su característico brillo. Sus risas parecen forzadas, y sus ojos, normalmente llenos de travesura y curiosidad, hoy lucen opacos. Aunque no puedo oír sus palabras, el tono de su voz carece de su vivacidad usual.Esta observación me lleva a una conclusión ineludible: todos estamos agotados, no solo física sino emocionalmente.

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