Te Quiero #38

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A las cuatro de la madrugada, un brazo cae pesadamente sobre mi cara. Intento ajustarme, buscando volver al mundo de los sueños, pero entonces una patada involuntaria de Merula me saca de cualquier intento de descanso. Amo a Merula con todo mi corazón, pero compartir cama con ella es como dormir con una mariposa en pleno vuelo nocturno; nunca está quieta. Con un suspiro resignado, decido rendirme al insomnio cuando los ronquidos de Merula empiezan a llenar la habitación. Allí estoy, tumbado en la oscuridad, simplemente mirando el techo y preguntándome cómo alguien tan pequeño puede hacer tanto ruido. Trato de enfocarme en el ritmo irregular de su respiración, pero es inútil.

—Merula, amor, ¿podrías intentar dormir un poco más... tranquila? —susurro con una mezcla de afecto y desesperación, sabiendo bien que probablemente ni siquiera me escucha.

No hay respuesta, solo más ronquidos. Me giro hacia ella, observando cómo la luz de la luna se filtra por la ventana y juega con su cabello desordenado. A pesar del cansancio, no puedo evitar sonreír. Con Merula, cada noche es una aventura, aunque sea una luchando por algo de espacio y silencio.

Con toda la paciencia del mundo, decido abrazar a Merula, esperando que el contacto la tranquilice. Sin embargo, parece que mi plan tiene el efecto contrario. Recibo un golpe, más fuerte esta vez, directo en el estómago. Sí, definitivamente no está funcionando, pienso, mientras me retiro cuidadosamente para no despertarla. Me dirijo al escritorio de la habitación, donde me siento y la observo dormir bajo el suave resplandor de la luna.

Desde aquí, en la quietud de la madrugada, la contemplo. A pesar del cansancio, no puedo evitar admirar la paz que tiene su rostro mientras duerme, ajena al caos que es capaz de generar incluso inconscientemente. "Incluso cuando me tienes despierto a las cuatro de la mañana, no puedo evitar amarte más, ¿sabes?" murmuro en la oscuridad, aunque sé que ella no puede oírme.

La escena tiene un aire casi poético, la forma en que los rayos lunares iluminan su rostro, haciéndola lucir casi etérea. Y en ese momento, con un suspiro resignado pero enamorado, admito para mis adentros que no cambiaría ni uno de estos caóticos momentos. Me recuesto en la silla, cruzo los brazos y sigo observándola, sonriendo suavemente mientras me pierdo en el encanto de su serena presencia.

Mientras Merula duerme pacíficamente, decido que es el momento perfecto para capturar su belleza de una manera que pueda expresar todo lo que siento por ella. Busco en mi cajón y saco una libreta y algunos lápices. Enciendo una pequeña vela para no despertarla con la luz brillante de la lámpara y comienzo a esbozar su silueta bajo el suave resplandor.

Con cada trazo, intento capturar no solo su apariencia física, sino la esencia tranquila y serena que irradia en su sueño. "¿Cómo puede alguien ser tan enérgico de día y tan pacífico de noche?", me pregunto mientras mi lápiz danza sobre el papel, delineando sus rasgos suavemente. Las sombras y las luces de la vela añaden un toque dramático al dibujo, haciéndola parecer casi como un ángel dormido.

Finalmente, termino el dibujo, y al echar un último vistazo, una ola de satisfacción me recorre. Estoy tan concentrado en cada detalle, que no me doy cuenta de lo cansado que estoy hasta que el cansancio me vence. Mis ojos se cierran lentamente y, sin querer, mi cabeza descansa sobre la libreta abierta. Me quedo dormido en el escritorio, con la vela aún parpadeando suavemente a mi lado, y con un dibujo de Merula como mi guardián silencioso en la tranquilidad de la noche.

Despierto lentamente, sintiendo un cálido abrazo desde atrás. Merula está detrás de mí, sus brazos rodeando mi cintura mientras inclina su cabeza para ver el dibujo que había hecho de ella en la mesa. Siento su respiración suave contra mi cuello, y un sentimiento de paz me invade. Es un momento perfecto que me llena de felicidad.

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