Capítulo 57

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Hola!

Un capítulo más con un personaje que, a pesar de todo, me parte el corazón TT

Sin más a leer!

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Byakko estaba afuera de lo que podría considerarse un palacio mental. Se asemejaba a las edificaciones occidentales góticas descansando sobre un enorme lago iluminado por una luna llena solitaria. En el supuesto cielo no había indicios de estrellas o cometas, era un vil lienzo oscuro. Las aguas, como espejos infinitos, permanecieron quietas hasta que decidió andar sobre de ellas.

Byakko caminó por la superficie creando ondas perfectas y tintineantes. El sonido emitido era similar a los cascabeles, anunciando su llegada al dueño de la construcción de aspecto siniestro. Sus ojos dorados brillaban cuales velas y sus cabellos danzaban al son de un viento producido por su divinidad.

Sus pasos se detuvieron al quedar frente a frente con una puerta de piedra negra lisa. Esperó paciente a que estas fueran abiertas, dando paso a un pasaje oscuro e iluminado por antorchas que la guiaron a las profundidades del palacio. Revisó su lazo con Atsushi y supo que no se había perdido, su cachorro seguía con vida, lo cual la hizo enfocarse en el pasillo que a otros pudo ahuyentar, no a ella. Esto era una prueba, una trampa que, de caer en la angustia, la mantendría recluida en ese andar infinito.

En ningún momento agachó la cabeza ni reaccionó a los alaridos similares a los que se escuchaban cuando el Yomi[1] era abierto. Ella era una diosa, no se intimidaría por nimiedades como estas. Tenía idea de quién podía ser el dueño de este palacio tan extraño; sacado de uno de los tantos libros que Atsushi solía leer a escondidas. De pronto las antorchas iluminaron el fin del camino: una pared rugosa y pestilente. Byakko continuó su andar a pesar del inconveniente. Era una ilusión, se dijo convencida de ello y acertando. Al rozar la superficie irregular esta dio paso a un jardín estilo japonés con pabellones amplios y un estanque a un costado. La noche aquí era estrellada, acompañada de luciérnagas que se encendían por donde Byakko caminase.

Había llegado al centro del palacio..., más bien, la consideraron digna de ingresar.

Las cigarras la acompañaron en esta travesía hasta llegar a las escaleras principales. Subió cada peldaño con porte y se plantó frente a la puerta de decorados de pinturas antiguas que representaban a un dios abandonado y un dios de la muerte postrados a una luna enorme.

—Bienvenida sea, mi señora —habló una voz detrás de las puertas corredizas. El timbre sonó familiar.

«Quién es el que me recibe» inquirió ella.

Las puertas se deslizaron y presentaron a ella una habitación ausente de riquezas u opulencias que, a pesar de ello, desprendía elegancia inmortal. En el centro estaba sentado un hombre vestido de negro y una bufanda granate larga con una mesa de té enfrente. Byakko lo reconoció y a la vez supo que no era el mismo. El ojo oscuro derecho carecía de vida, todo él tenía el aroma de la agonía, soledad y una fatiga descomunal. La sonrisa en esos labios ligeramente resecos la consideró una imitación tétrica a la que estaba acostumbrada.

—Siéntase libre de acompañarme a tomar el té —sugirió el anfitrión, el tono carente de la falsa amabilidad que conocía.

Sin inmutarse se adentró a la habitación e hizo caso omiso a las puertas cerrándose en el momento que se sentó en seiza, sus ropajes claros creando un contraste con la criatura al otro lado de la mesa.

El hombre de negro procedió a servir las tazas de té con la finura requerida. Byakko olfateó atisbos de nerviosismo debajo de la fachada de propiedad y seguridad. Este cachorro perdido había cometido un crimen que la concernía a ella, de eso podía estar segura.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora