Capítulo 9

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Hola!

Nuevo capítulo :'D

Agradezco a mi hermosa beta por su esfuerzo! Gracias, mi Nicky querida!

Sin más a leer!

~°*†*°~+~°*†*°~

Había un cliente al que el barman le servía sin siquiera preguntar la bebida que deseaba. Atsushi lo había visto de reojo. Usualmente se le encontraba sentado a la barra, solo, sin entablar conversación con nadie en particular. Su aura era tranquila, pero a la vez alejaba a las personas como si hubiera una especie de barrera a su alrededor. En realidad, no se miraba como alguien particularmente malo. Habían pasado unos días desde que la última vez que lo vio por lo que fue una especie de suerte que apareciera la única ocasión que el barman debía ir a la bodega a realizar un inventario de ciertas bebidas, dejando a Atsushi al frente.

El hombre tenía el cabello castaño rojizo y unos ojos azules oscuros que parecían grises en ciertas ocasiones. Su atuendo no variaba demasiado, las camisas solían ser negras o de tonos oscuros y encima usaba una gabardina beige de manga larga con botones en los puños. Sus pantalones variaban en tonalidades de grises y el calzado solía ser marrón. Atsushi detectaba el aroma a pólvora, polvo y sudor. Esta persona bien podía trabajar para la mafia, aunque bien podía estar equivocado.

—Bienvenido, señor —saludó cordial al individuo que alzó la mirada.

Su rostro era atractivo, mas no había indicio de que los músculos faciales se movieran. Era el rostro de alguien estoico en toda regla. Además, bien podían tener casi la misma edad.

—Buenas —replicó. Oh, su voz era profunda, más no ronca y le daba cierto aire misterioso—. Eres el chico nuevo.

—Sí. Atsushi es mi nombre —respondió con una sonrisa.

—Sakunosuke —dijo con un asentimiento pequeño.

Sin poderlo evitar, Atsushi emitió una risilla.

—Un gusto, Sakunosuke-san. ¿Qué le voy a servir?

Sakunosuke le pidió un güisqui a lo que asintió y se dispuso a prepararlo. En ningún momento el hombre habló, sino que se sumió en sus pensamientos. Pudo notarlo por la mirada fija en la barra.

—Aquí tiene.

—Gracias —replicó Sakunosuke, luego de acercarse el vaso y darle un sorbo.

Atsushi comenzó a limpiar los utensilios usados. Al segundo trago, la mirada azulada fue puesta en él. Por reflejo alzó la suya e hizo contacto visual por un par de segundos. ¿Se hbaría equivocado al servir? Estaba seguro de que era la botella indicada y el vaso también.

—¿Sucede algo, Sakunosuke-san?

—No. Solo me pareció interesante tu corte de cabello. ¿Es una nueva moda?

Se quedó sin palabras por un segundo de silencio un tanto incómodo antes de ruborizarse y reír apenado.

—Es raro, ¿cierto?

—Peculiar.

—Oh, bueno, no lo había pensado antes, sabe. Mi... amiga también me preguntó sobre él. Yo en ese entonces no creí que fuera extraño. Un niño del orfanato me lo había hecho y..., pues, terminó así —explicó mientras tomaba el mechón largo entre sus dedos.

—Ya veo.

Y ahí finalizó la conversación. El barman regresó y Atsushi atendió otros comensales. Sakunosuke no regresó la noche siguiente.

Por otro lado, faltaban dos semanas para que se cumpliera el plazo impuesto por Natsume-san de revelarle la verdad a Osamu. Luego de aquella mañana, Atsushi fue víctima de un trato diferente por parte del adolescente. La efusividad de antes se había diluido. El brillo en su ojo visible no centelleaba y las sonrisas eran cada vez menos genuinas. Por más que intentaba fingir que no le afectaba esa distancia, el dolor en el pecho no le permitía respirar con facilidad. Mucho menos cuando, nuevamente, el chico desaparecía por días y volvía la madrugada o mañana de un día cualquiera. Byakko incluso estaba entrando en lo más cercano a un ataque de pánico al no entender qué había hecho mal con el cachorro humano. «¿No somos suficientes?» cuestionó una vez que recorrían el palacio mental de Atsushi. Él no respondió puesto que, si lo hacía, temía que su lengua le traicionara y despertase el demonio del director que había sido reemplazado por Dazai-san.

Natsume-san le llamó por última vez una semana después de la llamada con Osamu y le dijo que él sería quien llevaría la conversación porque «Temo que tu amor te haga decir todo, Atsushi». Sus mejillas se calentaron y estaba seguro de que su rostro lució como toda una manzana. Sin embargo, no iba a negar que tenía cierta debilidad con el adolescente. Así que aceptó sin reproches. Los nervios de revelar algo tan crucial le carcomían las entrañas y el trato casi indiferente no hacía más que volver imposible siquiera pasar bocado. Por el rabillo del ojo se encontraba con una mirada calculadora y desconfiada con toques de sadismo. Una voz en él le susurraba que el otro estaba disfrutando verlo sufrir en silencio. Y quizás era cierto. Este niño no era el hombre que le salvó de morir de inanición y le abrió las puertas a la familia que siempre quiso.

Ah, cómo dolía recordarlo y saber que ya no existía. La única manera de encontrar confort era visitando el palacio y reproducir los recuerdos que más atesoraba o revivir las excentricidades que le causaban gracia y frustración. Sin poderlo evitar, rio al rememorar la vez que lo vio confundir un mapache con un perro.

—¿Pasó algo bueno en tu trabajo? —cuestionó una voz que estaba cambiando. La voz de un adolescente.

Atsushi parpadeó para enfocar en la figura de negro y menuda de Osamu. Ambos estaban cenando; raro en estas semanas.

—Oh, no, solo estaba recordando algo.

El niño relajó microscópicamente los hombros y ladeó la cabeza un poco a la derecha. Era una pregunta muda. Una que Atsushi no se negó a responder con una sonrisa.

—Recordaba a mi... mentor.

Su sonrisa no flaqueó, al contrario, se ensanchó con un nuevo recuerdo. Su cuerpo vibró de la risa que estaba conteniendo. Ah, Dazai-san, Dazai-san...

—En ocasiones podía ser un gran idiota —reveló Atsushi. Sabía que sus ojos destilaban amor y nostalgia—. Era divertido estar a su lado, sabes. Me gustaba pasar tiempo con él, aunque siempre se escabullía. No era un gran fanático del papeleo y esas cosas.

Osamu no hizo ningún comentario. A Atsushi no le importó. No había necesidad. Él estaba en la Yokohama de su tiempo, sumergido en las oficinas de la Agencia.

—Era un buen hombre, aunque él no lo creyera. Se esforzaba en proteger la ciudad, en resolver los casos más difíciles a su manera. Yo nunca dudé de él. ¿Sabes por qué? Porque él fue el primero en tenderme la mano cuando estuve a punto de morir. Me dio un lugar al que pertenecer. Él era mi luz...

Mierda, había comenzado a llorar.

—Oh, lo siento.

Sin más se levantó y abandonó el departamento. Cerró la puerta detrás de él, inspirando el aire fresco y pestilente de este Yokohama. El llanto amenazaba con abrirse paso por su garganta, por lo que se llevó una mano a la boca; un intento fútil de acallarlo. Al cabo de meses, la herida del último adiós la volvió consciente y con ella el dolor que lanzó a lo más profundo de su mente.

Mientras él derramaba lágrimas por el hombre que amaba, dentro del departamento un niño comenzaba a sentir rabia por este supuesto mentor sin saber la razón.

~°*†*°~+~°*†*°~

¿Y bien? ¿Qué opinan?

Yo digo que Osamu es listo, pero denso en ciertas cosas xD Un puberto/adolescente a final de cuentas.

A que no se esperaban la aparición de Odasaku uwu Muajajaja

Yo estoy re-emocionada por la novela de "El día que recogí a Dazai" :'D 

En fin, espero les haya gustado!

Nos leemos~

Cuídense~

AliPon fuera~*~*

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora