Capítulo 85

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Hola!

Ali viene con un capítulo que hablará un poquito más de un personaje al que no hemos escuchado recientemente TuT

Sin más a leer!

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Byakko se había decidido en manifestarse ante su cachorro. No le quedaba mucho tiempo a su lado, debía aprovecharlo.

Atsushi ya tenía trece años había crecido bastante, poco a poco perdía lo infantil en sus facciones y cuerpo. Cual oruga en su capullo iba pasando por una metamorfosis fascinante y que, lastimosamente, Byakko no apreciaría en su totalidad. A diferencia de sus cachorros fallecidos, ella sería la que se marcharía para nunca volver. Por ello, revelaría su existencia y haría que los recuerdos de ese otro Atsushi prevalecieran, reconocidos por esta versión joven e inocente.

Cerró a sus espaldas el espacio destinado a las memorias transmitidas y se encaminó a la ala que le correspondía a su cachorro. Dado a que sería la primera interacción, no quedaba descartada la posibilidad de asustarlo y quizás perturbar su estabilidad mental.

La puerta al ala de Atsushi la deslizó sin apuro, del mismo modo recorrió los pasillos sin perder de vista la habitación donde su hijo residía. Por lo general esperaba a que sus cachorros-recipientes cumpliesen mínimo quince años para iniciar el flujo de su energía divina en sus cuerpos mortales. Con la mano suspendida cerca de la puerta, vaciló en deslizarla. ¿Qué sucedería si este contacto repentino supusiera un peligro para él? ¿Qué harían los humanos que lo mantenían preso en esta celda abandonada y fría? ¿Qué opciones tenía para protegerlo?

Entonces recordó una tradición espiritual perdida en el mundo humano: la conexión con los dioses a través del cabello. Sí, en el pasado hombres y mujeres tendían a dejarse crecer el cabello; en un principio para comunicarse con los dioses y como protección de malas influencias, con el tiempo adquiriría una connotación social típica de los humanos. Necesitaba revisar el largo que tenía su pequeño ahora y convencerlo de no cortárselo o permitir que lo hicieran, de esa manera lograría compensar la falta de madurez de él como recipiente.

Determinada, Byakko deslizó la puerta y se adentró a una oscuridad desoladora. Sus pisadas, por lo general silenciosas, creaban el eco de gotas de agua cayendo sobre un estanque. Ella continuó andando, la mirada fija en el niño hecho ovillo en lo que parecía una isla diminuta iluminada por una única luz desde arriba, como si esta lo juzgase. En ningún momento él alzó la cabeza o se removió al sonido de sus pisadas. Cuando estuvo a una distancia prudente comprendió la falta de reacción de su hijo: tenía los ojos vendados y los oídos cubiertos por sus palmas. Todo él temblaba y balbuceaba palabra incoherentes. No tenía heridas visibles, lo cual era de esperarse, este era un espacio para el alma, ninguna lesión corporal se manifestaría.

Con el corazón en la garganta, Byakko se hincó, importándole poco que sus ropas se mojasen, alargó la mano y acarició la cabellera con un corte asimétrico, pero un largo decente. Su hijo se tensó al principio, contuvo la respiración al mismo tiempo que se mordía el labio inferior con fuerza. Estaba aterrado, tenía miedo de abrir los ojos y eso la desarmó. Entonces, recordó una canción de cuna que solía cantar a sus cachorros. «Oborozuki yo»[1] era el nombre de la canción, la favorita de su amado Shinigami... Shin era el nombre que le había dado.

El sol se está desvaneciendo en el campo de flores de colza[2]

Al borde de las montañas se desvanece

Y el cielo se llena con una suave brisa primaveral

El olor de la luna vespertina se ha desvanecido

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora