Capítulo 22

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Holaaaaa!

Oh! No sé si recuerdan, pero en notas de un capítulo pasado di pistas de una canción en la que me basé para un parte del lore de este fic OwO

En las notas finales hallarán las respuesta, pero antes...

A leer!

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Osamu aún no volvía y faltaba poco para la Navidad. «Esta vez te llevaré a un mejor lugar» había susurrado él contra sus labios antes de partir. Para ese momento, Atsushi sabía a la perfección a donde desaparecía. Se familiarizó con el aroma de la Port Mafia al luchar al lado de Akutagawa. Le pareció curioso que este olor a devastación prevalecía a pesar de los años. Su único deseo era que Osamu regresase pronto. Lo necesitaba a su lado.

Ja. En verdad era un cruel.

«Cachorro» llamó Byakko desde el palacio. Lo alarmó el tono apesadumbrado. De inmediato se alejó de la pequeña estufa luego de apagarla. Se sentó a la mesa y procedió a ingresar al hermoso castillo.

Presuroso abrió la puerta principal, cruzó los jardines y el estanque con peces koi nadando en el agua cristalina. Subió unos cuantos peldaños para abrir una segunda puerta con dibujos de dos tigres rugiéndose uno al otro. Agitado llegó a la sala principal, donde Byakko le esperaba con un rostro al borde del llanto.

—¡Byakko! ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

Ella sonrió. Cual infante Atsushi se acercó preocupado, a lo que ella le acarició una mejilla con ternura.

«Cachorro, estoy bien» replicó ella.

—¿Entonces? ¿Por qué te ves triste?

No hubo respuesta inmediata. Los ojos dorados con pupilas alargadas lo miraron largos segundos antes de escucharla decir:

«Caminemos un poco, ¿sí?»

Sin más él la siguió. La sensación de que caminaba junto a una emperatriz o una diosa, lo cohibía a momentos. Byakko era la definición de gracia y porte. De apariencia delicada, pero feroz. Temple formidable y serenidad de un sabio. Sus pasos eran ligeros, casi insonoros. Las manos se cruzaban con elegancia sobre el obi y sus uñas largas cuales garras, contrario a lo que se podía pensar, no lucían desagradables. Los ropajes de telas finas e hiladas por manos expertas (quizás divinas) danzaban a cada paso dado. Ni hablar de los cabellos plateados alzados en un peinado de la realeza con tocados de oro y decorados que tintineaban cuales cascabeles. Algunos mechones enmarcaban el rostro exquisito de ella. Atsushi constantemente se preguntaba si él era digno de albergar a tan magnífico ser.

«Cachorro, ¿recuerdas lo que Natsume nos dijo sobre el Libro Infinito?» habló ella, sacándolo de sus pensamientos.

—Sí —replicó con agobio en el tono empleado—. Algo difícil de olvidar, realmente.

Byakko asintió sin detenerse. Lo estaba llevando al ala que correspondía a Atsushi.

«Lo entiendo, querido» concordó ella, deslizando la puerta donde debía estar su refugio. La habitación acogedora había desaparecido. Mejor dicho, fue devorada por una oscuridad gélida y amenazante.

—Ya no está.

«Tus jardines corrieron el mismo destino, cachorro. Pronto se extenderá a tus memorias.»

—¿No las había devorado ya? —inquirió con el entrecejo fruncido.

Byakko cerró la puerta y reanudó sus pasos para esta vez ir a las habitaciones de las memorias.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora