Capítulo 92

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Hola!

Ali viene con un capítulo más de nuestros tórtolos uwu

A leer!

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Estaban solos en casa. Natsume-san se había retirado tan pronto terminó de cenar anunciando que visitaría un amigo. (Atsuhi se preguntó qué amigo lo recibiría de madrugada, mas no cuestionó a su tío.) El Año Nuevo lo había pasado como la primera vez que despertó de su coma: en compañía de Osamu y Natsume-san. Estuvo tentado en pasarlo con los niños, pero optó por esta vez disfrutar de la velada con las personas que más quería y quienes lo acompañaron durante su rehabilitación y reincorporación a lo que fue su vida en Yokohama.

Mientras lavaba la loza pensó en todo lo que había ocurrido desde que abrió los ojos, sin recuerdos de quién había sido o de las personas que decían conocerlo. Se había frustrado de haber olvidado, se cuestionó siquiera si merecía continuar, se sintió indigno de ser amado por Osamu, mas eso quedó en el pasado. Esto cambió en su cumpleaños cuando besó por primera vez al hombre que tenía ojos para él y solo él. Y lo que terminó de consolidar sus sentimientos hacia el castaño fue durante su décimo séptimo cumpleaños de este, donde se entregó a él.

Desde entonces, Atsushi pareció despertar un lado durmiente de él. La lascivia lo embargaba con solo mirar al mafioso que tenía por pareja. Indudablemente se trataba de un hombre atractivo, aunque repleto de cicatrices debajo de las vendas que siempre portaba. La primera vez que las vio, fue como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Había de todos los tamaños y grosores desperdigadas a lo largo de un cuerpo atlético. No tuvo tiempo para procesar lo que había visto ya que Osamu, casi de inmediato, comenzó la segunda ronda, sumergiéndolo en un placer delirante. Tal vez esa noche podría preguntarle de dónde habían salido esas cicatrices. Osamu no se negaría a responderle, ¿verdad?

Ah, este era el último plato. Había terminado.

Se secó las manos y se dirigió a la habitación de Atsuko. Osamu pasaría la noche con él por lo que buscaría alguna prenda que pudiera servirle como pijama. Tal vez uno de sus camisones o playeras de talla grande que compró durante el verano. Llevaría ambas y que su novio decidiera. Cuando estaba por abandonar la habitación se detuvo enfrente del tocador, la mirada fija en la cajita donde almacenaba las gargantillas. Se ruborizó al recordar el código que ambos habían creado con ellas. Para el mundo Atsuko portaba una pieza de alta joyería, pero, para ellos, eran las señales de lo que podrían realizar a puerta cerrada. De solo recordar las travesuras habían hecho estos meses se mordió los labios en un intento vano de contener una sonrisa cargada de satisfacción.

Extendió la mano para abrir la caja y ojear los regalos de Osamu hasta que se detuvo en la caja de terciopelo azul marino que guarecía la primera gargantilla que recibió. Fue en su primer Día Blanco, lo recordaba a la perfección. El roce de los dedos de Osamu, su cercanía, su aliento causándole cosquillas en la nuca. Al abrir la caja se maravilló como la primera vez que la vio: hecha de plata con diamantes incrustados y un zafiro en forma de gota colgando a la mitad de la pieza e igualmente rodeado de diamantes... aún no tenía un significado. ¿Qué podía ser?

—¿Atsushi?

Alzó la cabeza y la giró hacia la puerta por donde se asomaba un Osamu juguetón.

—¿Qué haces? —preguntó el mafioso, ingresando a la habitación con la toalla atada a la cintura.

Atsushi se sonrojó aún más al ver el torso desnudo del otro. No estaba usando sus vendas lo cual trajo a su mente la curiosidad sobre las cicatrices que cubrían a Osamu. A simple vista eran horrendas, helaban la sangre de quien las mirase y lo dejaban sin palabras. Sin embargo, apartó la mirada para no incomodar a su pareja, no quería arruinar la noche. Regresó su atención a la gargantilla que Osamu reconoció al instante.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora