Capítulo 89

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Hola! 

Ali viene con un capítulo más! Un POV que se extrañaba ;u;

Sin más a leer!

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«¿Estás listo, cachorro?» preguntó Byakko a un Atsushi que se escondía detrás de ella y observaba temeroso al tigre blanco echado frente a la puerta del ala que albergaba los recuerdos transferidos.

A pesar de haberse ganado la confianza de su propio hijo, este continuaba sobresaltándose por ruidos repentinos y desconfiaba del que sería su regalo divino. Byakko sabía a la perfección lo que sucedería con ella en cuanto se rompiese el sello de su otra yo; a la altura del pecho había un hilo invisible a los ojos que se perdía en una nada detenida. Sin embargo, había un objeto que se materializó en forma de muñequeras de oro con el símbolo de un crisantemo propio de la realeza japonesa y de los dioses de primer y segundo rango en el Cielo con la cabeza de un lobo a los costados. Se preguntó la razón de su existencia, ¿sería un efecto secundario de la última resonancia que tuvieron previo al sellado? Más tarde continuaría analizándolo, primero haría lo posible por hacer que su cachorro aceptase al tigre.

—Byakko-san —musitó el pequeño aferrado a sus ropas con fuerza y la mirada fija en el tigre que gruñía en su dirección.

«Atsushi —llamó ella con suavidad, colocando una mano sobre las hebras aún cortas de su cachorro—, ¿por qué le tienes miedo?»

—P-puede lastimarme... lastimar a otros...

«¿Temes herir a alguien más? —Atsushi asintió— ¿Preferirías no tener este... don?»

—¿Cómo eso puede ser un don? —murmuró el infante, sobresaltándose por el rugido de advertencia del tigre.

«Antes de responderte me gustaría que hicieses algo por mí, ¿puedes? —Él respondió afirmativamente—. Míralo a los ojos y dime qué ves en ellos. —Él replicó que eran amarillos y feroces—. Míralos un poco más y dime qué ves. —Atsushi tardó en describir que tenían los mismos colores que los suyos, que... que parecía asustado—. Es correcto, cachorro, ¿sabes por qué? —Él negó con la cabeza—. Porque es un reflejo de tu corazón.»

—¿De... mi corazón?

«Así es. Este tigre es un reflejo tuyo: si estás asustado, lo estará; si estás enfadado, también lo estará; si estás feliz...»

—Lo estará.

«En efecto. Se dice que todos nosotros somos adiestradores de nuestras bestias salvajes, y estas son nuestros yo interno[1]. En otras palabras —se giró para encarar a Atsushi—, cachorro, debes aprender a adiestrar tu corazón. Evita perderte en las aguas de la vergüenza, del miedo, de la ira o del auto desprecio. Sé que te han dicho que eres un bueno para nada, que deberías morirte, que no tienes derecho a llorar, pero, Atsushi, ¿realmente crees esas palabras? ¿Solo eres eso?

» Este tigre eres tú, ¿te gustaría verlo enjaulado? —Una negativa—, ¿preferirías dejarlo morir? —Otra negativa—, ¿consideras que solo le hará daño a los demás, no lo crees capaz de proteger? —Las mejillas aún infantiles se empaparon de lágrimas que ella enjugó con ternura—. ¿Crees que es digno de vivir? —Un asentimiento—, ¿crees que merece ser amado? —Otro asentimiento—, ¿crees llegar a amarlo?»

Esta última pregunta provocó un desborde en los cauces de los ríos de lágrimas. Byakko abrazó a su hijo que desconocía su parentesco, lo estrechó con el afán de transmitirle su amor incondicional. En el Palacio Mental él tenía derecho a llorar pues no era huérfano, tenía a su madre a su lado.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora