Capítulo 58

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Hola!

Nuevo capítulo con el trío de Dead Apple ;u;

Sin más, a leer!

~°*†*°~+~°*†*°~

Cincuenta.

Cincuenta y uno.

Cincuenta y dos.

Cincuenta y tres.

Cincuenta y cuatro.

Cincuenta y cinco.

Cincuenta y seis.

Cincuenta y siete.

Cincuenta y ocho.

Cincuenta y nueve.

Día ochenta y seis. Llevaba catorce días recluido en una habitación o, mejor dicho, en una celda de concreto, con una cama individual en una esquina, un lavabo y un retrete. En una de las paredes estaba el hueco rectangular de la puerta por la que recibía comida a las siete de la mañana, al medio día y a las siete de la noche; ni un segundo más ni un segundo menos. La rendija se abría y deslizaba una charola con porciones dignas de un infante y un vaso de agua. Osamu sabía que, sin Atsushi, lo máximo que podía dormir eran tres horas seguidas, por lo que el conteo mental de las horas del día, se reiniciaba. Además de que en la pared arriba del lavabo, había formado líneas rojizas con algunos cortes o heridas que se provocaba en los dedos.

La disputa por la fortuna de El Pez continuaba y no tenía duda alguna de que Shibusawa había logrado derrotar al resto de las organizaciones del submundo de Yokohama. La Port Mafia había perdido el cuartel general en el ataque que Osamu planeó, pero Mori-san continuaba con vida, así que, en realidad, aún estaba intacta la línea de mando (o tan intacta como podía estar).

Osamu suspiró mientras recargaba la cabeza en la pared contra la que se encontraba alineada la cama. Le urgía un baño, él mismo no soportaba su aroma y estaba seguro que Atsushi arrugaría la nariz si estuviera ahí con él.

Ah, Atsushi. Cuánto deseaba que el Conflicto acabase para volver a ver a su Luna. Esperaba que Natsume-sensei no hubiera caído en la ilusión de que tenía bajo control al chico de cabellos plateados. Osamu se sentía ligeramente inquieto por el susurro de que «algo saldría mal». Cada día le costaba apaciguar esa parte de él que destruía la fachada desinteresada y vacía que le había presentado a Shibusawa y ese tal Fyodor. Este último lo recordaba a la perfección por las palabras de Atsushi. Sabía de lo que era capaz la rata rusa, por lo que debía irse con cuidado con el hombre de voz aterciopelada y aires de profeta elegido por su dios para erradicar a los impuros de la faz de la tierra. Sin mencionar el control que sus palabras tenían en el reconocido Qilin Blanco.

Un enemigo de temer.

Una rata que Osamu se encargaría de erradicar cuando el tiempo llegase.

De pronto, se escuchó el rechinido de la puerta. Eran pasadas la medianoche, momento para dormir sus tres preciadas horas y no para recibir visitas. Abrió lentamente los ojos para observar el techo iluminado por la luz blanca del pasillo.

—Demonio Prodigio —habló uno de los tantos miembros del Báculo del Obispo con animosidad, como si Osamu fuera una escoria—, despierta que has sido convocado.

Un par de sombras se acercaron a él, colocándole esposas como si estas pudieran contenerlo. No les rompería esa ilusión.

—Vaya, al fin —musitó con sorna.

En la habitación se escuchó el eco de una bofetada y en la mejilla derecha sintió el escozor. Al parecer no les gustaba que hablara. Mala suerte para ellos, Osamu tendía a hostigar a sus enemigos con aquello que los fastidiase. No obstante, ese día no quería recibir más golpes de los necesarios.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora