Capítulo 23

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Ali trae un capítulo más uwu

Para el tiempo que lo escribí aún no era Navidad, pero estos dos ya estaban en su segundo año compartiéndola xD

Cómo pasa el tiempo en los fics, verdad de Dios.

Sin más qué decir, a leer!

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—Dazai-kuuuuun —canturreó la mujer desde la cama. El vestido de hombros descubiertos estaba a punto de mostrar el pecho pronunciado y la abertura de las piernas buscaba provocar la lujuria en el muchachito de cabellera chocolate, vendas que le daban un aire misterioso y la promesa de peligro adictivo, sin mencionar las facciones atractivas prontas a madurar.

Osamu permaneció sentado en el sillón individual de la habitación, observando con aburrimiento a la fémina coqueta. Sería descortés de su parte calificarla como desagradable a la vista, pero ella no despertaba nada en él. Ni ella ni nadie que no tuviera cabellos de plata, ojos tornasol, voz suave y personalidad deslumbrante. Si no era Atsushi, el resto solo servían como coartadas perfectas para desaparecer de eventos sociales tales como la fiesta de Navidad en la Port Mafia.

Tenía tiempo sopesándolo. Desde que fue consciente de la importancia de Atsushi en su vida, rumió ideas (cientos de ellas) para mantenerlo en secreto. Debía alejar la atención de ese departamento, crear la fachada de un adolescente mujeriego y coqueto, de palabras dulces e intenciones moralmente cuestionables para su edad. Antes de la llegada de Chuuya, fue haciéndose de cierta reputación. «Ese Dazai me da mala espina» susurraban a sus espaldas. Ejecutó actos violentos y crueles para ganarse el miedo de superiores y nuevos reclutas. Demostró cuán ágil de mente era y el grado de manipulación que poseía en su repertorio. Se dejó sumergir en las aguas de la organización, ser testigo de los impulsos primitivos por los que se guiaban la mayoría. Bares. Burdeles. Casas de apuestas. Mercado negro. Pisó todas y cada una de las habitaciones que ofrecía ese infierno. Se volvió versado en formas de tormento humano, en negociaciones, en mentir una y otra vez hasta convertirlo en una verdad absoluta.

Osamu construyó su propio palacio mental repleto de mazmorras, trampas y habitaciones oscuras. Sin embargo, en las profundidades de este yacía un espacio brillante. Las paredes blancas tenías diamantes incrustados, del techo colgaba un candil de oro y caían telas traslúcidas sobre un libro de tapas plateadas y con la luna de portada. En este ejemplar estaban los recuerdos compartidos con Atsushi. Era su tesoro más preciado y que resguardaba con recelo. Durante las noches en vela visitaba ese lugar con aroma a tulipanes, pues ahí florecían eternamente. Rememoraba las mañanas en las que despertaba abrazado a su tigre o cuando cepillaba sus cabellos o los besos que reducían a la Luna a lo más parecido a polvo de estrellas.

Atsushi.

Quería ir a él, pero primero tenía que deshacerse de la mujer. Se obligó a fingir lascivia por ella y el espectáculo que le estaba dando. La vio tocarse, gemir su nombre y suplicar porque él aliviase el deseo que la consumía. No lo hizo. No iba a manchar sus manos. Suficiente había soportado el agarre a su brazo, la cercanía de la chica y cómo ella se le restregaba. Miró el reloj de la habitación en la cual los había encerrado. Faltaban un par de minutos para que el sedante surtiera efecto.

Dos minutos.

Un minuto.

Treinta segundos.

Diez segundos.

Cinco segundos.

Era momento de retirarse. Se levantó, miró a la mujer desnuda por unos segundos antes de abandonar la habitación del hotel donde se estaba llevando la fiesta organizada por Mori-san.

No me sueltes - [Dazatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora