La que duerme

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28 de abril 2024

Desperté en una amplia habitación poco iluminada. Me encontraba sobre una mullida cama matrimonial, en un cuarto que me era ajeno. Un par de cortinas tapaban la única ventana de la habitación permitiendo solo un pequeño haz de luz a la habitación.

Observé mí alrededor esperando reconocer algo y el primer pensamiento que cruzó mi mente fue que no pertenecía ahí.

¿Dónde estoy?

Traté de recordar cómo había llegado a ese lugar pero la cabeza comenzó a dolerme de manera punzante y persistente. Me sentí mareada y puse una mano sobre mi sien. Alce mi rostro y vi que frente a la cama había un tocador con un amplio espejo, cuando vi mi reflejo no pude reconocerme.

¿Siempre me había visto así?

Palpé mi rostro mientras me observaba

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Palpé mi rostro mientras me observaba. Mi piel era suave, mis ojos de color rojo y mi cabello era largo, lacio y negro, no sé porque me recordó al color de las plumas de los cuervos. Estaba tan concentrada analizando el reflejo que me ofrecía el espejo hasta que el sonido de un trueno me regreso a la realidad. Voltee hacia la ventana y observe que caía una impetuosa lluvia. Mi cuerpo se encogió temeroso, mi reacción fue involuntaria y no recordaba que le temiera a las tormentas. Otro trueno y mi corazón se agito. Un recuerdo vino a mi mente.

Oscuridad y un montón de raíces enredadas alrededor de mi cuerpo.

La cabeza me dolió nuevamente y me levanté de la cama con dificultad

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La cabeza me dolió nuevamente y me levanté de la cama con dificultad. Camine descalza hasta la puerta y la abrí. Sentía mi cuerpo sumamente débil y tuve que apoyarme de las paredes para salir por un largo pasillo que daba a una sala más adelante. Los ruidos del exterior me estremecían y no podía respirar adecuadamente, seguí andando mientras trataba de guardar la compostura.

—Que cuerpo tan débil— pensé y luego reflexioné— ¿Débil? Yo jamás he tenido un cuerpo débil o enfermo.

Porque este no es mi cuerpo

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