Homúnculo

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16 de febrero de 2019

Advertencia: Esta historia está relacionada con la de "El Arcano" por lo que sería bueno que la leyeras primero. Es curioso, pocas veces tengo la continuación de un sueño con tantos días de diferencia, no fue tan nítido y tenía algunos huecos, que como notarás me he tomado la libertad de rellenar, aun así espero sea de tu agrado. 

—No me dejes, por favor Kano

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—No me dejes, por favor Kano... Podemos hacer algo al respecto—Me sujete a sus ropas suplicándole con lágrimas en mis ojos que no se fuera pero él con suavidad me apartó de él.

—No lo hagas más difícil Izuna...— murmuró Kano sin voltear a verme y con sus maletas en mano.

—Por favor, no... tú no me abandones por favor— chillé y sujete su mano en la que sostenía su maleta pero él me dio un fuerte empujón para apartarme, lo que me hizo caer de espaldas contra la pared.

Por un instante me pareció ver en sus ojos un rastro de lágrimas mientras cruzaba la puerta de salida y antes de que pudiera alcanzarlo, la cerró justo en mis narices.

—Kano por favor... te amo, siempre te he amado ¿Acaso tú ya no me amas?—le dije hablando tras la puerta cerrada. Enseguida las lágrimas brotaron de mis ojos y golpeé la puerta con mi puño cerrado. Sentí que las piernas me fallaron y caí de forma irremediable en el piso, mientras intentaba calmar mi llanto.

No hubo respuesta al otro lado de la puerta y aunque no estaba seguro si Kano ya se había ido, necesitaba desahogarme.

— ¡Dijiste que siempre estarías conmigo! ¡Si ibas a abandonarme jamás me hubieras regresado los pedazos de mi alma! ¡Si iba a pasar por el dolor de perderte, hubieras dejado que Matsumoto me matara!— grité molesto tras la puerta y esta de repente se abrió de golpe.

Kano me miró perplejo desde el marco de la puerta. Nunca en el tiempo que compartimos  le había gritado y en el fondo, me sentí culpable porque sabía la razón por la cual él me estaba abandonando; era para protegerme a mí y a nuestro hijo creado con magia, Tamamo.

Poco después de que hubiéramos huido de Matsumoto y sus hombres, nos asentamos fuera de Sherezade en una comunidad de magos renegados protegidos por el clan Shinta. Quien nos acogió siempre y cuando tuviéramos para pagar nuestra estadía con trabajo o jurando lealtad al clan. Nosotros optamos trabajar para ellos en asuntos no relacionados con magia. Lo que menos queríamos era llamar la atención de forma innecesaria y aunque las jornadas de trabajo eran largas y pesadas, vivimos alegremente durante varios años hasta que la hija menor del clan Shinta se encapricho con Kano e irrumpió en nuestras vidas.

Kasumi Shinta se había enamorado ferozmente de Kano y al principio fue inocente como cualquier mujer. Dedicó halagos, atenciones y regalos a Kano, quien haciendo uso de toda su paciencia la rechazó amablemente. Luego ella volvió intentar ganárselo, siendo más directa y lo invitó a citas y comidas a las que Kano se excusaba poniendo al trabajo como pretexto. Fue hasta que una vez ella intentó drogarlo para meterlo en su lecho que el tajantemente le reveló su sexualidad y no fue difícil para ella adivinar quién era su pareja; así que me convertí en la víctima de su odio.

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