Al final...

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12 de junio de 2017

Era su fin, estaba acabada, la habían molido a golpes y una gran herida cruzaba desde su hombro izquierdo hasta su vientre; escupía sangre y sus ojos amenazaban con cerrarse. Movió sus orejas felinas tratando de percibir algún ruido que le advirtiera que la seguían pero no había nada,tan solo el sonido del viento atravesando los espesos árboles del bosque donde había ido a parar.

Se giró de forma débil para quedar boca arriba aunque esa postura no ayudará aminorar su dolor pero simplemente no concebía morir sin ver la luna llena por última vez. Era tan hermosa y brillante que agradeció que sus fuerzas la llevaran hasta ese lugar del bosque donde podría morir tranquila iluminada por su luz que esperaba la guiará al otro mundo. Estiró su mano lánguida hacia el cielo y para su sorpresa, alguien sujetó su mano entrelazando sus dedos con los suyos. Se trataba de Rakzo, un hanyou igual a ella, pero de raza okami. (lobo).

—Oh Yoru...—dijo condescendiente el lobo mientras miraba sorprendido la gravedad de sus heridas. Trató de revisarlas con su temblorosa mano pero con sus pocas fuerzas Yoru le dio la espalda.

—¡No me toques!—gritó ella escupiendo sangre por la boca.—¡Lárgate... no te necesito!—

—¡Mírate, estás tan herida que si no hacemos algo morirás! ¡¿Eso es lo que deseas?!— gritó el hanyou okami apretando sus nudillos para tratar de mantenerse al margen. Sus ojos dorados veían la sangre de la nekomata manchar el pasto debajo de su cuerpo; era una escena dolorosa y triste de soportar.

—Déjame morir en paz, estoy cansada de esta vida...Quiero disfrutar este momento sola— río Yoru con soberbia y agitó suavemente sus dos colas felinas de un lado a otro en actitud molesta.

—Si quisieras podría curarte...— susurró Rakzo a su espalda con sus orejas gachas. —No deberías decir que estás cansada de vivir, debe haber alguien que espera tu regreso.—

—No bromees...no existe nadie así y tú menos que nadie debería decirme eso. Te largaste cuando fue conveniente y me dejaste sola... no tienes ningún derecho. No quiero oír esas palabras de ti...—pronunció con un volumen de voz que fue decayendo al pronunciar lo último.

—Lo lamen...—comenzó a pronunciar Rakzo apenado hasta que Yoru lo interrumpió de un grito.

—¡NO! ¡No quiero oír más disculpas en mi vida!— se quejó la joven cubriendo sus orejas felinas con sus manos, aunque el okami no veía su rostro pudo darse cuenta que estaba llorando

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—¡NO! ¡No quiero oír más disculpas en mi vida!— se quejó la joven cubriendo sus orejas felinas con sus manos, aunque el okami no veía su rostro pudo darse cuenta que estaba llorando.

— Estoy harta de las disculpas...Las disculpas no van a curarme, no me van a hacer sentir mejor, no van a cerrar mis heridas, no me van a regresar lo que perdí... y sobre todo NO quiero tus disculpas... Si lo pienso bien, todo comienza contigo. ¡Ojalá jamás te hubiera conocido...! ¡ ¿Porqué te conocí?!— susurró arrepentida.

El ambiente quedó en silencio, ninguno de los dos dijo nada. Yoru pensó que tal vez Rakzo ya se había marchado y suspiro tranquila. Si no quería a alguien en sus últimos momentos, era a su antiguo ex amante con quien había compartido la mitad de su vida de hanyou y que de un momento a otro, sin previo aviso la había abandonado. Aún recordaba, el tiempo y esfuerzo que había empleado en buscarlo, tan solo para descubrir que se había enamorado de una humana e incluso tenían un hijo y vivían juntos. Se había sentido usada y tan estúpida que se confinó en el corazón del bosque decidida a vivir sola ahí para siempre hasta que un humano perdido llegó hasta sus terrenos. En primera instancia pensó matarlo, odiaba a los humanos en sobremanera ya que los consideraba traicioneros y dañinos; acababan con la naturaleza del bosque sin regresarle nada a cambio pero aquel hombre parecía diferente, estaba lleno de curiosidad y no parecía molestarle que fuera un hanyou mitad bakeneko. Con el tiempo ella se enamoró de él y cuando le propuso convertirla en su esposa si lo acompañaba a la aldea donde vivía, sin dudarlo lo siguió. Había estado sola durante tanto tiempo que creyó que era una llamada del destino para abandonar su cautela, su dolor y su solitaria vida; podría atreverse a ser feliz y por qué no, formar una familia. Pero nada es tan sencillo como parece ser, al menos no para ella, tenía poco tiempo de casada cuando la gente descubrió su verdadera naturaleza y como siempre actúa la naturaleza humana, lo que es diferente tiende a ser símbolo de temor, los emboscaron para matarlos, a la Bakeneko y al loco hombre que se había atrevido a casarse con ella. Su esposo había muerto protegiéndola y ella había sido herida en la huída, terminando en su estado actual.

Lo último que había escuchado de su esposo era "Lo siento, no pude protegerte..." Se supone que fuera al revés, ella era la que debía disculparse con él, todo el tiempo poseyó los medios para protegerlos a ambos pero durante el día, aquel en particular, su poder disminuyo considerablemente haciendo que su sangre humana predominará en ella.Sólo hasta la noche recuperó la totalidad de sus poderes, lo que incluía por supuesto, la poderosa regeneración de los Bakenekos de dos colas como ella pero las heridas que los aldeanos le habían hecho eran demasiado graves para que sanara a tiempo para salvar la vida.

Sólo hasta la noche recuperó la totalidad de sus poderes, lo que incluía por supuesto, la poderosa regeneración de los Bakenekos de dos colas como ella pero las heridas que los aldeanos le habían hecho eran demasiado graves para que sanara a tiemp...

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—Siempre estuve sola no se porque ahora debería ser diferente. Moriré sola como todas las cosas de la creación han muerto siempre... Mi vida jamás tuvo un sentido y mi muerte tampoco lo tendrá— murmuró y una lágrima rodó por su mejilla. —Solo lo lamento por ti ... Kaworu... lo siento tanto...— pronunció el nombre de su esposo muerto.

Yoru comenzó a marearse y su respiración se volvió lenta, ya no podía ver nada, tan solo un punto brillante que supuso sería la luna que la alumbraba.

—Una buena noche para morir— pensó consolandose y en su rostro se dibujó una lánguida sonrisa. Siempre había amado el ambiente nocturno, tal vez debido a su naturaleza felina por lo que no tuvo queja de partir de ese mundo en la oscuridad de la noche, después de todo, "Yoru" significaba noche; nada más adecuado para ella.

Sintió que alguien la levantó en brazos y no tuvo fuerzas para quejarse o resistirse. La persona que la levantó, la estrechó en un cálido abrazo que sintió agradable ante el aterrador frío que se estaba apoderando de su cuerpo.

—Kaworu...—pronunció débilmente el nombre de su esposo una vez más, creyendo que él la abrazaba.

—Shhh no hables Yoru—le susurró una voz conocida en su oreja y sintió cómo le acariciaba su largo cabello.

—Mi cabello...— pronunció ella débilmente sin terminar la frase.

—¿Qué sucede con él?—le contestó la voz con un matiz de tristeza.

—¿Te... gusta?—preguntó ella sin estar muy consciente de lo que decía.

—Me facina...—volvió a contestarle el dueño de aquella voz, quien la estrechó más para acurrucarla en su pecho.

Alguien sollozaba, lo escuchaba muy cerca de su oreja. Sus ojos comenzaban a cerrarse debido a la fatiga y aunque sentía un hormigueo muy molesto en las puntas de sus dedos, los obligó a moverse para que su mano reaccionara, quería palpar el rostro de la persona que la abrazaba. No tuvo que esforzarse demasiado cuando su deseo se vio realizado, aquella mano que buscaba cobijo perfectamente la suya y le molesto reconocer a quien realmente pertenecía.

—Eres un mal mentiroso Rakzo pero... yo también lo soy... jamás  lamentaré... haberte conocido... —susurró débilmente Yoru con una sonrisa en sus entumecidos labios, los cuales recibieron un último beso antes de morir.

Fuente de las imágenes: Pinterest

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