Medusa

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13 de enero de 2019

El canto de unos pájaros a lo lejos la despertó, sintió su cuerpo adolorido y la cabeza le daba vueltas. Había pasado muy mala noche pero se encontraba viva. Con cuidado, levantó un poco la tapa del contenedor de basura en el que había caído la noche anterior mientras escapaba de una Medusa que la perseguía. Por fortuna, el contenedor había estado lleno de papeles lo que había servido para amortiguar su caída y también para no pasar frío por la noche. Se había desmayado debido al impacto y no sabía cuánto tiempo había pasado ahí.

Atisbo a través de la rendija que había abierto y revisó que no hubiera Medusas a los alrededores. Rebuscó en el bolsillo de su pantalón y extrajo un pequeño espejo para ver si era seguro salir. Todo mundo sabía que si veías una Medusa directamente a los ojos era tu fin, tal como lo narraba el antiguo mito terminabas convertido en piedra, por ello los exploradores, la mayoría, cargaba consigo espejos y así poder evitar la muerte. Anoche, ese mismo espejo había salvado su vida mientras corría por la azotea de un edificio con las pocas provisiones que había conseguido.

—Bien, creo que todo está en orden— se dijo así misma y de un brinco salió del bote de basura. Se sacudió los papeles que se habían adherido a sus ropas y en su cabello, sacó su bolso y se lo colgó al hombro.

Decidió seguir por el mismo callejón para ver hacia donde le llevaba y se dio cuenta que la puerta trasera de un restaurante de comida francesa se encontraba abierta. Era algo arriesgado y aunque su misión principal era conseguir medicinas, nunca estaba de más conseguir algo de comer.

Entró al inmueble, sin muchas esperanzas, después de todo ya habían pasado un año y medio desde que las medusas se habían apoderado de la tierra. Aquellos seres muy similares a los moluscos del mismo nombre, habían llegado desde el espacio exterior y en poco tiempo acabaron con más de la mitad población mundial. Ninguna arma humana tuvo eficacia contra ellas, al contrario, parecían absorber en sus cuerpos viscosos y negros la energía de las cosas, lo que aumentaba de forma dramática su tamaño. Por lo cual, la humanidad impedida de usar cualquier medio para defenderse se vieron obligados a esconderse bajo tierra y usar su tecnología para poder subsistir en los "Hormigueros", una serie de túneles que construyeron para deambular por debajo de las ciudades. Solo algunos exploradores como ella, se atrevían a ir a la superficie a recolectar los vestigios de lo que alguna vez fue prueba de que el hombre caminó sobre la tierra.

Exploró la cocina del restaurante hasta el último cajón, no encontró mucho, una caja de cerillos, utensilios y unas cuantas latas vigentes; se las llevaría. No era mucho pero era algo, las echó en su mochila y se dirigió hacia el comedor. Empujó con cuidado la puerta para evitar hacer algún ruido fuerte que alertará alguna de las medusas que deambulaban en el exterior y le sorprendió ver la cantidad de mesas volcadas; la entrada del restaurante estaba hecha un desastre. Seguramente, las medusas había usado alguno de sus tentáculos para extraer a los humanos que comían o se resguardaban durante el ataque... pobres diablos. Aunque las medusas no eran capaces de entrar a los edificios, ocupaban sus tentáculos para extraer sus presas como un niño pequeño que hurga en una bolsa de dulces para comer un caramelo.

Ella continuó revisando mientras caminaba entre las mesas y escuchó un ruido proveniente de la cocina. Enseguida se ocultó tras una de las mesas volcadas y uso su espejo de mano para revisar el perímetro. La puerta se abrió y algo parecido a un gato se coló entre las mesas; tenía las orejas demasiado largas, su pelaje era completamente morado, parecía emitir luz como si fuera una llama andante. A través del espejo, vio como la criatura olfateaba el aire, como si buscará algo y temió que fuera ella a quien buscaba. No sabía nada de esa especie de medusa y si era algún tipo desconocido, tenía que sobrevivir para dar un informe al hormiguero.

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