Quédate conmigo

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6 febrero 2020

— ¿A dónde quieres ir a cenar?— me preguntó él pasando su brazo sobre mis hombros.

Aquella tarde Adam había salido temprano de su trabajo para estar conmigo y había sugerido ir al centro comercial a hacer algunas compras y buscar un lugar para cenar.

— ¿Eh?—alcancé a responder, me encontraba distraída. Mi mirada estaba fija en el aparador de una tienda de artículos para bebés. Me encontraba en el quinto mes de embarazo y aún no podía creer que pronto sería madre, mejor dicho que pronto seríamos padres.

— ¡Hey! Ponme atención— rio mi marido y me atrajo hacia él para besar mi frente repetidas veces.

—Basta cariño, todo mundo nos está viendo—dije apenada y con las mejillas sonrojadas.

—Basta cariño, todo mundo nos está viendo—dije apenada y con las mejillas sonrojadas

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— ¿Qué tiene de malo? Estoy besando a mi esposa—dijo él con tanta naturalidad que estremeció mi corazón. Adam tenía el talento de verme como si fuera la primera vez.

Habíamos estado inmersos en varios asuntos y ahora esperábamos un bebé. La idea de formar una familia en el pasado nos hubiera parecido un sueño lejano; la vida que llevábamos antes no nos hubiera permitido cuidar de un bebé y ahora aceptábamos que pronto tendríamos nuestra propia familia.

— ¿Sucede algo, V? — Me preguntó al ver mi rostro pensativo.

—Hace mucho que no me llamabas así—dije con voz nostálgica—ese ya no es mi nombre al menos, ya no. — bajé la cabeza instintivamente, cuántos recuerdos había en una simple letra.

— Sé que no tienes aprecio por ese nombre, Verónica— dijo él tomando suavemente mi mentón para ver mi rostro—Pero así fue como nos conocimos, siempre amaré el sonido de esa letra.

—Adam...—

Él me regaló una sonrisa y recargué mi cabeza en su hombro mientras continuábamos en la busca de un restaurante para cenar. De pronto, Adam se paró de súbito frente a una tienda de antigüedades.

 De pronto, Adam se paró de súbito frente a una tienda de antigüedades

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—Mira esto— dijo señalando una vieja katana. — ¿Crees que sea cómo la que perdiste?— se volteó a preguntarme.

—No lo creo, seguramente solo es ornamental. Además no tendré una katana cerca de un bebé, así que olvídalo— dije cruzándome de brazos.

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