Capítulo 25

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Tecleo en mi computador ya que estoy haciendo trabajos en la encimera

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Tecleo en mi computador ya que estoy haciendo trabajos en la encimera. Son las tres de la mañana, llegué hace unas dos horas de las jaulas «Necesitaba entrenar».

En eso noto la sombra que sobresale en el pasillo y que reconozco «Mía».

Está vestida con una pijama de conejos, color blanco y sus pantuflas, también de conejos.

—Te das cuenta que serán casi las cuatro de la mañana ¿No?— Me dice soñolienta, dirigiéndose a unos de los estantes tomando oreos «Sus favoritas».

—¿Y?— Le doy un sorbo a mi café.

—Debes dormir. 

—Eres la menos indicada para decirme eso.

Mía sonríe —Touché— Se voltea, lo próximo que noto es como saca el polvo para hacer leche con chocolate —¿Quieres?— Me pregunta y asiento.

Me centro otra vez en lo que hacía mientras ella hace las leches con chocolate. Al terminar, trae las galletas y se sienta dejando dos vasos.

Voy a tomar una galleta pero ella me pega —Son mías— Me dice con el ceño fruncido y un puchero.

—Me voy a comprar cien cajas y no te daré— Le advierto tomando igual la galleta.

—Como tú eres de las que comparte...— Dice concentrada separando la galleta y comiéndose el relleno.

Nos sumamos en un silencio cómodo, yo trabajando y ella leyendo un libro.

Cuando estás con Mía, a solas, lo más seguro es que estés en un silencio cálido, a diferencia de la rubia que habla hasta por los codos. Mía habla, pero normalmente le da timidez y como sabe cómo soy, mantiene el silencio que sé que a ella le gusta.

Ella se levanta tomando un encendedor para prender una de las tantas velas que hay acá.

Nuestro pent-house es grande, es todo blanco minimalista con toques dorado y rosados, las velas son gracias a que Mía las ama, por esto tiene por todo el apartamento, así como hay cuadros de moda por todo el lugar y pareciera que no hay nada mío y fuera de ellas nada más, pero yo elegí los muebles y cocina que fueron diseñadas a mi estilo pero en blanco. Me gusta el negro, pero para este pent-house con la vista de todo New York, solamente pensé en blanco.

Mía levanta su cabeza mirándome con intenciones de preguntar algo.

—Oye, Aiti...— Me dice con su voz dulce —¿Irás a mi galería de arte en Roma?

—Ujum— Pronuncio —Sabes que no me lo perdería— Ella me sonríe con cariño y le regreso una leve sonrisa.

—Por cierto, ¿Sabrina no llegó?— Dice mirando donde reposamos las llaves y no está la de ella.

—No, capaz se quedó con Nicholas— Digo.

Mía iba a decir algo, pero en eso escuchamos como abren la puerta y entra una rubia que deja fuertemente sus cosas en el piso y a decir por su cara, viene enojada «Está que le sale humo hasta por las orejas».

Sombras & SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora