Capítulo 29

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—¡Ve por Mía y protégela!— Le grito a Sabrina a lo que ella asiente

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—¡Ve por Mía y protégela!— Le grito a Sabrina a lo que ella asiente. 

Nos desviamos y empiezo a disparar a diestra y siniestra sin dejar que me toquen. 

Veo a lo lejos la gente de la mafia de Christian peleando en contra de la mafia Árabe. 

Varios me ven y se acercan a mí. 

Los visualizo y me hago un moño rápidamente, el primero viene con un golpe que esquivo y le tomo el brazo dejándolo en contra de mi, a lo que le clavo mi cuchillo en el hombro. 

Otro se me viene por detrás, lo pateo y me enrosco en su cuello para hacerle una llave. 

Le disparo a los dos que vienen y saco mi cuchillo del hombro del otro, clavándoselo a su compañero en el cuerpo. 

Le doy una patada al del hombro, quedando así, inconsciente. Veo los 5 cuerpos inertos en el piso y sigo mi camino. 

También observando como los cuerpos de la mafia Árabe caen, mostrando el desastre que desató en donde antes era una galería de arte. 

En eso siento un fuerte jalón de cabello y un golpe en seco en mi bello rostro «Lo mato»

Me defiendo y le devuelvo el golpe como puedo. Visualizo el rostro y lo reconozco perfectamente. 

—Vaya, vaya, vaya— Digo con una sonrisa burlona —Miren que árabe buscó su propia tumba viniendo a la boca de la Sombra. 

—Maldita estúpida— Me dice e intenta darme un golpe, lo esquivo y nos separamos. 

Recuerdo mi arma a lo que la apunto, él hace lo mismo, mirándonos fijamente a los ojos, él con enojo y yo con burla por la estupidez que hizo. 

—¿Que te trae por acá, querido cuñado?— Digo —Ah no, cierto que fuiste un traidor y Mía te mandó al carajo. 

No me responde, pero intenta dispararme, pero yo lo esquivo «Jugar un poco al gato y al ratón no vendría mal»

—Se verá tan bella tu cabeza en mi escritorio, Sombra— Me dice con un tono amenazante. 

—Mi bello rostro se vería bien en todos lados, pero lo prefiero pegado a mi cuerpo, me luce más ahí.

Le encesto una patada al decir esas palabras y él la esquiva, no espera el golpe que le propino haciendo que pierda la estabilidad, tomo su cabeza pegándole contra una columna de concreto y la golpeo más veces, mientras noto el camino de sangre que va desprendiendo. 

Siento un golpe en mi estómago pero aún así, me aguanto y no lo suelto. 

Él logra salir de mis manos y nos enfrascamos de nuevo en una pelea donde llueven las patadas que esquivo, golpes y maniobras. 

Me canso, por lo que lo tomo de las solapas, lo volteo y le clavo mi cuchillo en el pecho, cayendo contra el piso, a lo que yo solo me río. 

—Quien me busca, me encuentra, Hassan— Le digo —Me saludas al infierno. 

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