Capítulo 14

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Le doy una máscara a Aitana para que tape su rostro y entramos al almacén

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Le doy una máscara a Aitana para que tape su rostro y entramos al almacén. Entramos, y a primera vista pasamos desapercibidos, capto que en el centro hay una persona rodeada de gente. Aitana y yo nos ponemos en un costado, esperando que terminen y disfruten sus últimos segundos «Nadia saldrá vivo de acá»

Escucho que hablan de nuestra mafia —¡La Mafia estadounidense ya es un chiste!— Dice uno y lo reconozco. 

—¡Está a cargo de unos chiquillos que no saben ni mandar a los hombres!— Dice otro y noto a Aitana mirando sus uñas rojas tranquilamente. 

—¿Ya podemos matarlos?— Dice Aitana con una mirada fastidiada. 

—Espera— Le digo y me muevo al frente —¿Así que somos un chiste, Marcello?— Digo fuerte, saliendo de mi escondite, noto como varios se ponen pálidos, incluyendo a Marcello. 

—No— Dice él. 

—Que yo sepa, escucho bien— Digo —Pero igual, ¿Sombra, escuchaste lo mismo?— Aitana sale de su escondite y con solo notar su presencia, varios que estaban alrededor de nosotros, se alejan. 

—Para nada, Bestia— Dice Aitana con los brazos cruzados. 

—¿Planeando un complot en contra de mi mafia? Me impresiona que seas el de la idea, Marcello— Le digo, acercándome a él—Sabiendo que les sucede a los que me traicionan. 

Veo como se tensa y el miedo en su mirada es palpable, pero aun así hace frente —No puedes ir contra nosotros, somos más de treinta y ustedes solo dos— En eso, pasa lo que yo esperaba, pero ellos no. 

Aitana le clava la daga sin compasión a uno ,mientras que con la otra mano, al mismo tiempo, le dispara a otro. Algunos sacan sus armas, pero no todos, pocos se atreven a apuntarle a ella. 

—¿Decías?— Le digo y lo agarro fuertemente del cuello, lo volteo y le pateo las piernas, en instante, agarro mi daga y se la paso por la yugular, quitándole la vida en segundos. Varios se me vienen encima, pero los esquivo y mato, les entierro la daga en partes de sus cuerpos que sé, morirán rápidamente, con mi arma le apunto a varios, clavándoles una bala entre ceja y ceja.

Aitana no se queda atrás, visualizo como desliza con elegancia y determinación su katana, demostrando por qué la llaman Sombra, dando por hecho que la belleza puede ser tan letal como afilada.

Hago cortes perfectos y cuando me doy cuenta, todo el lugar es un cementerio lleno de sangre, veo que Aitana tiene una mirada de soberbia en la cara, noto rasguños en mis brazos pero son leves, comparado a la masacre que hicimos.

Voy rápidamente a mi carro, sacando los galones de gasolina que traje, Aitana toma uno y riega la gasolina en todos lados. Al terminar de regarla, ella saca su encendedor y lo tira, salimos rápidamente y vemos desde lejos como se quema todo. Ninguno de los dos siente remordimiento por esto, de hecho, jamás hemos sentido remordimiento por matar, personas inocentes o no, nunca nos arrepentimos. 

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