Capítulo 30

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Las lágrimas seguían empañando mis ojos mientras salía apresuradamente de la empresa, tratando de encontrar un refugio donde desahogar la tormenta emocional que me envolvía. Pero mi escape fue interrumpido de manera abrupta cuando me encontré con Melisa parada en la recepción, su presencia apenas oculta tras una máscara de ira y resentimiento.

Antes de que pudiera articular una sola palabra, sus insultos comenzaron a llover sobre mí como una lluvia ácida, abrasando mi alma y desgarrando mi corazón. Me sentí indefensa ante su arremetida, sin poder encontrar las palabras para defenderme.

Y entonces, en un giro de los acontecimientos que nunca podría haber anticipado, Melisa sacó una pistola de su bolso y la apuntó directamente hacia mí. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho mientras el miedo se apoderaba de mí, paralizándome en el lugar.

—¡¿Por qué tú?! ¡¿Por qué Alex te prefirió a ti en lugar de a mí?! ¡No eres nada, una simple mujer pobre! —gritó Melisa, su voz llena de rabia y amargura mientras la pistola temblaba en su mano.

El pánico se apoderó de mí mientras buscaba desesperadamente una salida, pero mis piernas se sentían como plomo, incapaces de moverse ante la amenaza inminente, una sensación que heló hasta los huesos y me recordó lo frágil que era mi existencia en ese momento.

—Por favor, Melisa, cálmate. No puede cometer un error como para dispararme —murmuré, tratando de mantener la calma mientras luchaba por contener el temblor en mi voz.

Pero las palabras cayeron en oídos sordos, ahogadas por la tormenta de ira que consumía a Melisa. Su mirada ardía con una intensidad que me hacía temer por mi vida, mientras sus palabras cargadas de resentimiento llenaban el aire entre nosotros.

—¡Tú no entiendes nada! ¡Él me pertenece a mí, no a ti! ¡Eres solo una intrusa que se interpone en nuestro camino! —gritó Melisa, su voz temblorosa con la furia acumulada.

Traté desesperadamente de encontrar las palabras adecuadas para calmarla, para disipar la ira que amenazaba con consumirla por completo. Pero cada intento fue en vano, cada gesto de paz fue recibido con desprecio y desdén.

En medio de la confusión y el miedo, me aferré a una pequeña chispa de esperanza, rezando para que alguien interviniera y pusiera fin a esta pesadilla. Pero en ese momento, éramos solo Melisa y yo, atrapadas en un enfrentamiento que amenazaba con desencadenar consecuencias irreparables.

Con el corazón latiendo desbocado en mi pecho, me preparé para lo peor, rezando para que algún milagro intercediera en mi nombre y me salvara de un destino oscuro y desconocido.

-Ve despidiéndote de este mundo porque no va a durar mucho en el – Melisa seguía descontrolada gritando todos tipos de comentarios hiriente, pero este me asustó mucho más al decir que matara. Un teléfono sonó en la recesión ella miro a cada persona en la recesión y busco en su bolcillo su teléfono, pero antes de contestar nos dio una advertencia.

-El que se atreva a moverse un puto paso lo mato-Ella me miro con rabia y siguió apuntando – Principalmente a ti perra

- ¿Qué quiere? - al contestar seguía enojada y parece que lo manifiesta con todas las personas el enojo, miró a cada persona con el miedo incrustado en sus caras y es lo de menos ya que tenemos una loca con una pistola amenazándonos de matarnos – A ti no te importa lo que pase con ella, este plan es mío no tuyo... Yo te busque para que te la lleve lejos ese día, pero no lo hiciste.

Melisa escuchaba atentamente lo que dicen en su teléfono con su mirada puesta en mí.

-Perdiste tu oportunidad con ella – En un ataque de ira al oír la respuesta de la otra persona aventó el teléfono en el suelo, solo me distraje un poco viendo las personas a mi alrededor cuando sonó el disparo

El sonido ensordecedor del disparo llenó la recepción, resonando en mis oídos como un eco de pavor. El estruendo silenció de golpe los murmullos de la multitud, dejando solo el eco del miedo palpable en el aire.

Entre Informes y Sonrisas: El Destino Laboral de Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora