Capítulo 32

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El silencio se cernía sobre la recepción, interrumpido solo por los latidos acelerados de mi corazón y los gritos desesperados de Melisa, que continuaba apuntándome con el arma, su mirada cargada de ira y desesperación. A pesar de la confusión y el miedo que me invadían, pude sentir la presencia de Alex a mi espalda, su preocupación palpable en el aire mientras luchaba por encontrar una solución a esta pesadilla que nos había envuelto.

—Melisa, por favor, no tienes que hacer esto. No podemos resolver nada con violencia. Déjanos ayudarte, por favor —imploró Alex, su voz resonando con un tono de súplica mientras intentaba calmar a la mujer furiosa frente a él.

Pero Melisa estaba completamente fuera de control, su mente nublada por la ira y el resentimiento. Sus palabras eran un eco de amenaza y desesperación, incapaz de encontrar la paz en medio del caos que había desatado.

—¡Cállate! ¡No sabes de lo que estás hablando! ¡Ella es la culpable de todo esto! ¡Y tú, Alex, eres cómplice de su traición! —gritó Melisa, su voz resonando con un tono de amargura y desesperación mientras apuntaba el arma hacia mí con un gesto amenazador.

El miedo me envolvía como un manto oscuro, paralizando cada fibra de mi ser mientras esperaba el impacto mortal del disparo que se cernía sobre mí. Con el corazón en un puño, vi cómo Melisa apretaba el gatillo, su rostro contorsionado por la furia y el dolor.

El sonido ensordecedor del disparo resonó en la recepción, seguido por un silencio sepulcral mientras la bala se dirigía hacia mí con una velocidad implacable. No tuve tiempo de reaccionar, ni de apartarme del camino mortal del proyectil. Solo pude sentir el dolor punzante en mi estómago cuando la bala impactó en mi cuerpo, robándome el aliento, mi cuerpo se estremeció ante el estruendo, mientras el miedo se apoderaba de mí y me dejaba paralizada en el lugar, incapaz de comprender lo que acababa de suceder.

Melisa, con su rostro contorsionado por la ira y el odio, sostenía el arma con firmeza, su mirada fija en mí con una mezcla de triunfo y satisfacción. Su voz, cargada de veneno, se elevó en un grito de victoria mientras señalaba a Alex con acusaciones y amenazas.

—¡Te lo dije, Alex! ¡Te advertí que no te acercaras a ella, pero no quisiste escucharme! ¡Ahora tendrás que vivir con las consecuencias de tu desobediencia! —gritó Melisa, su voz resonando en la recepción con un tono de triunfo y satisfacción. Ella salió corriendo, sabiendo lo que causo.

El caos se apoderó del lugar, mientras las personas a nuestro alrededor gritaban y corrían en busca de refugio, sus rostros reflejando el pánico y la desesperación ante la violencia desatada frente a ellos. Pero yo, paralizada por el shock y el dolor, apenas podía procesar lo que acababa de ocurrir.

Sentí un intenso ardor en mi estómago, seguido de un dolor punzante que me obligó a doblarme de dolor, mis manos aferrándose al lugar donde la bala había penetrado mi cuerpo. El mundo parecía dar vueltas a mi alrededor, mientras luchaba por mantenerme consciente y comprender la magnitud de lo que acababa de suceder.

Alex, con el rostro desencajado por la angustia y la impotencia, se acercó a mí con cautela, su voz temblorosa mientras intentaba calmar mis temores y tranquilizarme en medio de la tragedia.

—Emily, por favor, quédate conmigo. ¡Necesito que te mantengas despierta! —imploró Alex, su voz cargada de desesperación mientras me tomaba en sus brazos, tratando de detener el flujo de sangre y mantenerme consciente en medio del caos que nos rodeaba.

Sentí las manos de Alex sujetándome con delicadeza, su voz resonando en mis oídos como un eco de preocupación y desesperación mientras luchaba por mantenerme despierta. Pero yo, luchando contra el dolor y la confusión, apenas podía mantener los ojos abiertos, mi mente nublada por el shock y la pérdida de sangre.

—¡Emily! ¡No te rindas! ¡Te prometo que todo estará bien! —exclamó Alex, su voz cargada de angustia mientras me sostenía con fuerza, sus ojos buscando desesperadamente los míos en busca de una chispa de esperanza en medio de la oscuridad que nos envolvía.

Pero la oscuridad amenazaba con consumirme, el dolor y la debilidad haciéndome tambalear en el límite entre la vida y la muerte. Con un último esfuerzo, luché por mantener los ojos abiertos, mi mirada encontrando la de Alex en un gesto de complicidad y amor, una promesa silenciosa de que no nos rendiríamos ante la adversidad, que lucharíamos juntos hasta el final.

El sonido de las sirenas se acercaba, anunciando la llegada de la ayuda y la esperanza en medio de la tragedia. Pero para mí, en ese momento, todo se desvaneció en un torbellino de dolor y confusión, mientras luchaba por mantenerme consciente y aferrarme a la vida en medio de la oscuridad que amenazaba con consumirme.

Y así, en medio del caos y la desesperación, nos aferramos el uno al otro, una luz de esperanza en medio de la oscuridad que amenazaba con consumirnos.

Entre Informes y Sonrisas: El Destino Laboral de Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora