Capítulo 31

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Melisa tenía la pistola hacia arriba desviando su atención de mi a un hombre que callo de rodilla al oír el disparo soltando su teléfono

Los rostros de los presentes reflejaban el terror que los embargaba, y algunos se aferraban a sus teléfonos móviles, incapaces de apartar la mirada de la escena que se desarrollaba frente a ellos.

Melisa, con la pistola aún en la mano, miraba desafiante a la multitud, sus ojos centelleando con una mezcla de rabia y desesperación. Su advertencia resonó en la recepción como un eco ominoso, congelando el aire y sembrando el pánico entre los presentes.

—¡Quién se atreva a grabarnos, pagará con su vida! —gritó Melisa, su voz cargada de furia mientras la multitud retrocedía, temerosa de su amenaza.

El caos se apoderó de la recepción mientras la gente luchaba por encontrar una salida, tropezando unos con otros en su desesperado intento por escapar del peligro inminente. Algunos gritaban pidiendo ayuda, mientras otros se abrazaban en busca de consuelo en medio de la confusión y el miedo.

Mientras tanto, yo permanecía paralizada, congelada por el temor y la incertidumbre. Cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos como un eco de angustia, mientras luchaba por mantener la compostura frente a la amenaza mortal que se cernía sobre mí.

—Melisa, por favor, cálmate. Nadie quiere hacerte daño, solo queremos ayudarte —intervino una mujer mayor su voz sonaba temblorosa pero decidida mientras intentaba calmar a la mujer furiosa frente a mí.

Pero Melisa estaba completamente fuera de control, sus ojos inyectados en ira y su mano temblando con el peso de la pistola. Era como si estuviera poseída por una fuerza oscura y destructiva, incapaz de encontrar la paz en medio del caos que había desatado.

—¡No me digas qué hacer, tú no eres nadie para mí! —gritó Melisa, su voz llenando la recepción con su furia desatada mientras apuntaba la pistola hacia mí con un gesto amenazador.

El miedo me envolvió como un manto frío, paralizando mis músculos y nublando mi mente con el terror. Sabía que estaba en peligro mortal, que cada segundo que pasaba aumentaba la probabilidad de que aquellos disparos encontraran su objetivo.

Con el corazón en un puño y la mente nublada por el miedo, me aferré a la esperanza de que alguien interviniera antes de que fuera demasiado tarde. Pero en medio del caos y la confusión, la posibilidad de un final trágico parecía cada vez más real.

El caos se había apoderado completamente de la recepción, con la amenaza inminente de la pistola de Melisa pendiendo sobre nuestras cabezas como una espada de Damocles. Mientras tanto escuchaba personas acercándose a mi espalda voltee mi cabeza viendo a Alex y otras personas que se acercaban, buscando desesperadamente encontrar una solución pacífica a la situación cada vez más peligrosa.

Me sentí mucho más segura al verlo a él aquí, aunque estuviéramos bajo la amenaza de Melisa y viera negado nuestra relación frente a ella fue por la razón de que ella necesita atención médica urgente una persona normal no estaría apuntando con una pistola a otra por celos de verla con la persona que está obsesionada. Solo me voltee un poco para poder ver a la Alex acercándose completamente alerta.

—Melisa, por favor, deja el arma. Nadie quiere hacerte daño, solo queremos ayudarte —rogó Alex, su voz resonando con urgencia mientras intentaba calmar a la mujer desquiciada frente a él.

Pero Melisa estaba fuera de sí, su ira incontenible alimentada por la amargura y el resentimiento que la consumían. Su mano temblaba con el peso de la pistola, y su mirada ardía con un fuego descontrolado mientras apuntaba el arma hacia mí con un gesto amenazador.

—¡No te acerques a ella, Alex! ¡Si te atreves a tocarla, te juro que dispararé! —gritó Melisa, su voz llena de furia mientras desafiaba a cualquiera que intentara intervenir.

Alex se detuvo en seco, sus ojos llenos de preocupación y determinación mientras se enfrentaba a la mujer enloquecida frente a él.

—Melisa, por favor, déjala en paz. Esto no te llevará a ninguna parte. Solo quiero ayudarte, pero necesitas soltar el arma —imploró Alex, su voz resonando con sinceridad y compasión mientras luchaba por encontrar una solución pacífica a la situación.

Pero las palabras de Alex cayeron en oídos sordos, perdidas entre el caos y la desesperación que dominaban el ambiente. Melisa estaba cegada por el odio y la ira, incapaz de ver más allá de su propio dolor y sufrimiento.

—¡No tienes ni idea de lo que has hecho, Alex! ¡Elegiste a esa perra sobre mí, después de todo lo que hemos pasado juntos! —gritó Melisa, su voz llena de amargura y resentimiento mientras acusaba a Alex de traicionarla.

La tensión en la recepción era palpable, cada segundo que pasaba aumentaba la sensación de peligro y desesperación. Mientras tanto, yo permanecía paralizada por el miedo, incapaz de apartar la mirada de la pistola que amenazaba con arrebatar mi vida en cualquier momento.

Entre Informes y Sonrisas: El Destino Laboral de Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora