Capítulo 34

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El alta hospitalaria me dejó con sentimientos encontrados. Por un lado, estaba agradecida por estar fuera del hospital y recuperándome en casa, pero por otro, la amenaza de Melisa aún pendía sobre nosotros. Alex insistió en que me fuera a su apartamento, y aunque al principio me resistí, finalmente accedí después de entender la seriedad de la situación. Sarah también se unió a nosotros, trayendo consigo a su familia para su seguridad.

Una vez instalados en el apartamento de Alex, la sensación de seguridad era palpable. Guardaespaldas vigilaban cada rincón, asegurando nuestra protección. A pesar de todo, no podía evitar sentirme intranquila por la situación en la que nos encontrábamos. La presencia constante de los guardaespaldas era un recordatorio constante de la amenaza que aún acechaba.

—¿Cómo te sientes, Emily? —preguntó Alex con preocupación mientras nos sentábamos en la sala de estar.

—Un poco abrumada, para ser honesta —respondí, jugueteando con mis manos mientras hablaba. —Todo esto ha sido demasiado.

Alex asintió con comprensión, colocando una mano reconfortante sobre la mía.

—Lo sé. Pero estamos haciendo todo lo posible para mantenerte a salvo. No te preocupes, vamos a superar esto juntos —dijo con determinación en su voz.

Esa seguridad en su tono me reconfortó, recordándome que no estaba sola en esta situación. Aunque el peligro aún persistía, sabía que Alex haría todo lo posible para protegerme.

Los días siguientes pasaron en un borrón de actividad. Los guardaespaldas se turnaban para patrullar el apartamento y la empresa, asegurándose de que estuviéramos protegidos en todo momento. Sarah y yo intentábamos mantenernos ocupadas, pero la tensión en el ambiente era palpable. Cada sonido repentino nos hacía saltar, recordándonos la amenaza que enfrentábamos.

Una tarde, mientras estábamos en la sala de estar, la tensión finalmente estalló en palabras. Sarah parecía particularmente angustiada, su mirada reflejaba el miedo que todos estábamos sintiendo.

—¿Qué vamos a hacer, Emily? —preguntó, su voz temblorosa con preocupación. —¿Cómo vamos a salir de esta situación?

Me tomó un momento reunir mis pensamientos antes de responder. Sabía que no había respuestas fáciles, pero necesitábamos mantener la esperanza de que encontraríamos una solución.

—Vamos a tomar las cosas un paso a la vez. Por ahora, estamos seguras aquí, y Alex está haciendo todo lo posible para mantenernos protegidas. Tenemos que confiar en él y en los guardaespaldas para mantenernos a salvo —respondí, tratando de infundir un poco de optimismo en la situación.

Sarah asintió, aunque seguía pareciendo inquieta. Sabía que no podíamos permitir que el miedo nos paralizara, pero también era difícil ignorar la amenaza que enfrentábamos.

Una noche, mientras Alex y yo estábamos solos en el apartamento, surgió una conversación que había estado evitando desde que salimos del hospital. Sabía que tenía que abordar el tema, pero no estaba segura de cómo comenzar.

—¿Cómo estás realmente, Emily? —preguntó Alex, su mirada penetrante buscando la verdad detrás de mis palabras.

Suspiré, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.

—Asustada, supongo. Me siento como si estuviera atrapada en un sueño del que no puedo despertar —confesé, mi voz apenas un susurro.

Alex se acercó y me tomó las manos con ternura, su mirada llena de empatía.

—Lo entiendo. Pero estamos juntos en esto, ¿de acuerdo? No estás sola. Haré todo lo posible para protegerte, lo prometo —dijo con determinación, sus palabras enviando una oleada de consuelo a través de mí.

Le sonreí débilmente, agradecida por su apoyo incondicional. Aunque la situación era difícil, saber que tenía a Alex a mi lado me daba la fuerza para enfrentar lo que sea que viniera.

El día siguiente trajo consigo una visita inesperada. Mientras estábamos en la sala de estar, discutiendo planes para el futuro, hubo un golpe en la puerta. Los guardaespaldas se pusieron en alerta, pero Alex les indicó que abrieran la puerta.

Para nuestra sorpresa, era un agente de policía quien había venido a hablar con nosotros. Se nos informó que Melisa había sido arrestada y que ya no representaba una amenaza para nuestra seguridad. Aunque estábamos aliviados por la noticia, sabíamos que aún había mucho trabajo por hacer para superar lo que habíamos pasado.

Después de que el agente se fuera, Alex se acercó a mí y me tomó en sus brazos con ternura.

—Finalmente podemos respirar un poco más tranquilos —dijo con alivio en su voz.

Asentí, sintiendo un peso levantarse de mis hombros. Aunque sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, tener a Alex a mi lado me daba la esperanza de que podíamos superar cualquier cosa juntos. Pero nos duramos 10 minutos de felicidad ya que alguien volvió entrar por la puerta del apartamento a traernos una mala noticia.

Entre Informes y Sonrisas: El Destino Laboral de Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora