Capítulo 12: Noche 8

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22:08 PM.

En la octava noche de mis trasnochos me dormí bastante temprano, por primera vez en varios días pude descansar. Al cerrar los ojos me perdí en un profundo y oscuro sueño. Estaba en una larga y solitaria calle a la mitad de la noche, la niebla descendía con la tormentosa lluvia que rugía con incandescentes relámpagos y estrepitosos truenos, los recuerdos llegaban a mi mente cuando se repetían las escenas de unas de las noches anteriores.

Al final de la carretera se encontraba un auto negro, me pareció tan atractivo que empecé a acércame lentamente, por cada paso que daba los relámpagos caían a mi alrededor. Tenía un extraño presentimiento que se transformaba en miedo. De inesperado, el asombro explotó mi cabeza al ver que Antonio estaba adentro del auto con alguien más. Empecé a temblar cuando lo vi desde la ventana, Antonio estaba en el asiento trasero con una chica a la que besaba apasionadamente.

Las insignificantes gotas de lluvia se derramaban sobre el vidrio mientras se besaban con la intensidad de los truenos, di unos pasos en reversa y me alejé con los ojos cerrados, perdiéndome en la densidad de la neblina. Repentinamente, di un mal paso y resbalé sobre el pavimento, al caer mis huesos crujieron de clemencia y resonaron con malevolencia, rompiéndose a pedazos con las ilusiones de mis fantasmas.

Súbitamente, la lluvia desapareció y la calle se convirtió en un bosque encantado. El carro se esfumó y aparecieron 22 árboles espeluznantes, curvos y secos, los que dibujaban un círculo de fuego que me rodeaba junto a la bruma. Las criaturas de la noche deambulaban asustadas con los ojos llameantes, el suelo se sacudía y las estrellas caían como en un apocalipsis bíblico. Mis erráticos sentimientos interactuaban débilmente con los frenéticos pensamientos para formar el vapor de mi desvanecimiento.

El cielo se tornó de rojo y aparecieron monstruosos dragones negros que venían por mí alma, las nubes se separaron y descendieron lentamente mientas mi cuerpo yacía paralizado en la tierra. Había gigantescos platillos voladores traspasando la atmósfera de mi caótico mundo, algunos meteoros se estrellaban entre sí, iluminando el abismo de mis miedos como infernales fuegos artificiales, los que explotaban ferozmente en gotas de sangre negra y corrompida.

Mi cuerpo estaba aprisionado por las raíces de los árboles que crecían diabólicamente, mi piel se desgarraba con los cristales que caían del cielo para enterrarse sobre mis venas. Solo quería respirar, pero mis pulmones se aplastaron con el peso de las rocas que las bestias me arrojaron. Nadie estaba ahí para salvarme de la rebelión de mis demonios, sentía las garras y los colmillos devorando mi carne. Los monstruos de la oscuridad estaban amontonándose sobre mí, violándome, despedazándome y mutilándome para sorber de mi sangre. En un santiamén, me convertí en un extraño y horripilante árbol sangriento, mi cuerpo era de madera y tenía ramas como extremidades. 

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora