Capítulo 41: Noche 21.

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22:21 PM.

Cada día transcurrido me recordaba lo hundido que estaba, no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo con mi vida, la soledad y el encierro desequilibraba mi estabilidad emocional para demostrarme el vacío en el que había caído. Me motivaba saber que mi madre y mi hermana eran las únicas que estaban ahí acompañándome en aquel silencioso dolor, las otras personas que me apoyaban se encontraban muy lejos, en otras ciudades y en otros países, pero, a veces sentía que no había ninguna, porque era yo solo contra mi mente y mi realidad, nadie más. Odiaba tener que resignarme a nunca salir del infierno en el que había vivido toda una vida, viviendo años de maltratos, humillaciones y trastornos. Estaba condenado para siempre. Todavía escuchaba mi voz gritando "¡Mayday!" en mi cabeza.

¿Alguna vez te has sentido sin ganas de seguir batallando? Era exactamente lo que sentía día a día, preguntándome cómo era posible ver lo mucho que había progresado sin tener la más mínima esperanza de sobrevivir, acostumbrándome a la misma rutina de siempre sin esperar que algo grande me sucediera en la vida, era más lo que soñaba de lo que cumplía. A veces tenía la necesidad de sentirme amado y deseado, parecía imposible llegar a ser la persona favorita de alguien, tenía miedo de envejecer sin haberme enamorado mutuamente, creo que era uno de los pensamientos intrusivos que más me afectaban. Amaba estar solo y siempre he sido testigo de que soy lo único que necesito, pero... Soy un humano, anhelar a alguien que solo tenga ojos para ti es lo elemental que buscas en una relación sentimental. Reconozco que es mi culpa por ser alguien tan selectivo, por siempre elegir lo peor, no solo en la amistad sino en el amor. Irónicamente, terminaba seleccionando lo incorrecto.

Todavía estaba herido por el final que tuvo mi relación con mi ex mejor amiga, no podía parar de pensar en lo mal que me sentía la noche en la que me pisoteó. Mientras yo miraba con nostalgia las fotografías de nuestros mejores tiempos, ella se encargaba de tergiversar la historia y de lanzarme indirectas en redes sociales. Ya no me sentía seguro con nadie, estaba arrepentido y decepcionado de haber compartido con alguien que terminó siendo el tipo de monstruo al que yo le temía. Estaba en el punto de creer que todas las personas que tenía en mi vida no eran como yo creía, siempre los idealizaba como si fueran los superhéroes de mi historia... Pero, la realidad era que yo me encargaba de ponerles un disfraz para no mirar el horror que había dentro de ellos.

¿Qué sentido tiene hacer nuevos amigos sí todos van a traicionarte? Lo expreso no como una generalización, sino como un espejismo retrospectivo de mí camino. Existen diferentes formas de traicionar a alguien; es nauseabundo admitir que he sido traicionado de distintas maneras y por diferentes personas... Por lo tanto, sí estás leyendo este libro habiendo formado parte de mi vida, no te sorprendas sí sabes que lo digo por ti cuando recuerdes la razón por la que saliste, no importa qué relación hayamos tenido en el pasado, bien sea como amigos, familia o un intento fallido de noviazgo barato, es un honor para mí que hoy ya no formes parte de mi historia.

En un solo cerrar de ojos, hubo una fantasmagórica transición que me transportó desde mi habitación hasta la neblina de un cementerio abandonado, la niebla lo hacía verse realmente lúgubre y espeluznante. A través de la oscuridad y la luz de la Luna llena observé algo que cautivó mi atención, alertándome con un gesto de consternación; todas las tumbas tenían mi nombre y mi foto en el centro de las lápidas, me había convertido en esa triste alma en pena que erraba en las ruinas malditas de un cementerio maléfico. Vestía una vieja túnica negra que había sido devorada por las polillas, el capirote ensombrecía mi fisionomía, coloreando las ojeras de un negro purpúreo. Estaba vestido como un verdugo de la Santa Inquisición, perseguido por mi oscuridad con la finalidad de ser mi propio asesino.

Paseando por la necrópolis olfateé la putrefacción cadavérica de los cuerpos sepultados en tumbas externas, el olor de la muerte me parecía encantador. Las edificaciones medievales del cementerio me hacían sentir como en un pueblo fantasma de Escocia, había una enorme capilla cargada de murciélagos y cuervos que chillaban mientras se peleaban entre ellos, elevé la mirada y la proyecté en el resplandor de la Luna, levanté los brazos y comencé a danzar en círculos sobre la tierra muerta. Me sentía digno de ser el hijo de la oscuridad, la Luna bailaba entre las nubes mientras las ventiscas de aire gélido sacudían mi túnica con furia, estaba dando vueltas descalzo mientras animaba a los muertos salir de sus tumbas. El conjuro de mi danza abría el portal a los demonios que me protegían, cerré los ojos e invoqué al macho cabrío con la seducción de mis hechizos. Movía lentamente mis caderas mientras entregaba mi cuerpo al paraíso nocturno, me incliné con los brazos abiertos y solté un gruñido que sopló un poderoso vendaval. Abrí la boca y de ella salieron insectos, arañas y serpientes negras.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora