22:19 PM.
En la decimonovena noche me encontraba sentado en el sillón de la sala viendo cómo los ventarrones golpeaban las ventanas, la lluvia descargaba su ira con rayos y truenos mientras recordaba los sueños de las noches pasadas. Tenía un miedo inexplicable e incomparable, la oscuridad de la casa y el destello de los relámpagos me hacían sentir que algo malo iba a sucederme, comencé a sudar mientras el cuerpo me temblaba y mi corazón palpitaba a gran velocidad, tenía una compresión en el pecho y un dolor que se expandía en toda mi cabeza, parecía que la muerte me perseguía.
Todos estaban dormidos y yo era el único deambulando por la casa, el imprevisto temor del mal augurio comenzó a jugar con mi imaginación. Sentía una soledad extrema que me hacía dudar de la realidad, fue como si estuviera muerto por cuestiones de minutos, estaba olvidándome de todo lo bueno para pensar en lo que me estaba dañando por dentro y por fuera, no entiendo cómo podía pensar en todos menos en mí.
Mi vista se nublaba y titilaba a medida que caminaba sin rumbo, abrí la puerta de la calle y salí en pijama sin importar lo mucho que estaba lloviendo, con los brazos cruzados estaba dando pasos a ciegas y lo único que podía sentir era decepción. Empecé a correr rápidamente por la acera con la ropa empapada, resbalaba y continuaba corriendo bajo el estridor de los truenos, los rayos caían a mí alrededor iluminando momentáneamente el camino por el cual me estaba desviando, no tenía a dónde ir, fue como si estuviera en el limbo.
Me dolía reconocer que esa era mi realidad, no podía esperar un final feliz cuando apenas conocía la tragedia y la consternación. Tenía la fe de que algún día viviría de los frutos que en mis días más tormentosos cultivé, ¿Acaso tenía sentido todo mi esfuerzo? El misterioso futuro era lo que me empujaba a trabajar por el presente, un procedimiento revertido pero coherente, entre lágrimas recordaba los sueños por los que vivía y era como ponerle ácido a la herida; me costaba aceptar que mi vida siempre había estado arruinada.
Volví en sí y reaccioné a lo que mis impulsos me llevaron a hacer, miré a mí alrededor en medio de la carretera hasta que por poco me arrollaba un auto, crucé la calle y me dirigí a la otra acera mientras erraba en la soledad de la noche como un animal callejero. Las personas que pasaban desde sus coches se me quedaban mirando, quizá pensaban que se trataba de un indigente muy joven, porque sus reacciones decían mucho cuando me señalaban. Errar por la calle durante la noche ha sido uno de los traumas más espantosos que he tenido, en especial cuando era un alma en pena que vagaba solitariamente sin rumbo. No sé qué habría sido de mí hoy en día sí me hubiera ocurrido algo esa noche en la que deambulaba.
Tenía más de una hora caminando sin saber a dónde ir, a pesar de que estaba mojándome bajo la lluvia me sentía más seguro en la calle que en mi casa. En la decimonovena noche de mis delirios descubrí lo solo que había estado todo este tiempo, no sé si en realidad no tenía amigos o eso era lo que mi ansiedad quería que viera. Mi única mejor amiga siempre había sido mi hermana, y todavía lo es, eso era lo que me hacía razonar para no llamar amiga a cualquier persona que aparecía de la nada, tenía muchas razones para no volver a confiar en alguien. El hecho de que mi mayor enemigo fuera mi padre me hacía pensar en muchas cosas, por instinto no podía creer en nadie.
Empecé a llorar como si fuera un niño perdido, no sabía dónde esconderme y cubrirme de la lluvia. Al final de la calle vi un callejón que me pareció sugestivo, estaba solitario y se veía negro por su profunda oscuridad. Entré al callejón y me senté bajo un techo mientras se iba lluvia, todavía me sentía seguro incluso estando en un lugar solo y oscuro. De pronto, escuché el maullido de un gato pequeño que lloraba con impaciencia, miré a mí alrededor con rareza pero no podía ver nada. Continué en silencio mientras temblaba del frío, me abrazaba a mí mismo proyectando la mirada en las gotas que caían sin rumbo, la lluvia estaba vinculada con mi llanto.
Repentinamente, volví a escuchar el maullido de un gato, pero esa vez se escuchó más fuerte y más cerca de mí. Me levanté del piso y la luz de un carro iluminó el callejón, había estado sentado por varios minutos en un basurero, comencé a reírme de la vergüenza que sentía por mí mismo hasta que inesperadamente aparecieron dos gatitos. Parecían hermanos porque estaban juntos en un nido, pero aparentemente eran diferentes razas, uno de los dos se veía como una ardilla, tenía la cola frondosa y su color grisáceo se combinaba con el marrón. El otro gatito tenía un color gris y blanco en su pelaje, era diferente del otro.
Ambos animalitos estaban desnutridos y en tremebundas condiciones, aquellas inocentes miradas irradiaban sufrimiento y podía encontrarme en sus semblantes decaídos. Pensé en mis gatos y los imaginé tal cual como estaban esas criaturas, me dio dolor saber que vivían en un basurero y tenían el peligro de morir de hambre, sed, envenenados, atropellados y atacados por un animal más grande o por un humano. Los gatitos se me acercaban ronroneando y maullando como si gritaran auxilio, de momento me sentí como ellos porque tampoco tenía un lugar en el que me sintiera seguro y protegido. Sin pensarlo dos veces los cargué a ambos y juntos salimos del basurero, sabía que Vivi y mi madre los amarían tanto como a nuestros gatos.
Sostener a los gatos sabiendo que ya tendrían un lugar en donde vivir me hizo sentir mejor, dejé de llorar y me enfoqué en llevarlos a casa y hacerles un lugar para dormir. Casi era la medianoche y todavía estaba lloviendo, caminé lo más rápido que pude hasta llegar a casa. Cuando llegué vi que las luces de la casa estaban apagadas, al abrir la puerta Fatty empezó a ladrar y a olfatear los gatos. Ambos gatos se asustaron y comenzaron a gruñir con patadas de alerta, corrí a mi habitación y cerré la puerta rápidamente, situé los gatos en el piso y fui por la toalla para secarme. Me quité la ropa mojada y la colgué en el tendedero, después de secarme busqué ropa cómoda y abrigada para dormir, me vestí y salí de la habitación con mucho silencio para traerle comida y agua a los gatos.
Volví a la habitación con agua y comida, por lo visto tenían días sin comer porque se desesperaron cuando olfatearon el alimento que les traía, al servirles se comieron todo en menos de un minuto. Mientras tanto les puse una cobija para que durmieran porque hacía mucho frío, después de comer se calmaron y se acurrucaron, apagué la luz de la habitación y cerré la ventana para irme a dormir.
Me sentía acompañado estando en mi habitación con los gatitos recién adoptados, ya quería ver la reacción de Salem y Percy cuando vieran a sus nuevos amigos. Me sorprendió lo rápido que estaba pasando la noche, ya eran más de la 1:00 AM y yo seguía despierto en lugar de descansar. Extrañaba acostarme en mi cama, después de varios minutos pensando me quedé dormido hasta que llegó el amanecer.
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22 NOCHES
أدب المراهقينMichael Dantés, regresa a la literatura con uno de sus libros más traumáticos y reveladores. "22 Noches", una obra autobiográfica escrita en la soledad del insomnio, el desamor y la depresión, narra la travesía del autor al enfrentar sus miedos desd...