Capítulo 40: ¡Mayday!

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Noche 20.

22:20 PM.

Fue un buen día para reflexionar y procesar las experiencias que me estaban convirtiendo en una nueva persona, al salir del hospital regresé a casa con mucho esmero para estudiar y trabajar en mis proyectos, desde la medicina, la ingeniería y la escritura; tres carreras, un solo destino, el éxito y la prosperidad, ya en la noche me sentía orgulloso de haber hecho lo que me propuse para el día, conocer a Sofía me llenó de vida y me recordó el motivo por el cual yo estaba trabajando sin parar. No importa qué tan destruido estuviera, mi meta era ver los resultados de tanto esfuerzo en el futuro.

En las horas de la noche tuve episodios de euforia al interactuar con mis lectores mediante nuestro grupo de Facebook, PLÉYADES NATION. ¡Por Dios, me sentía tan feliz que no creía lo que sentía! Leer cientos de mensajes y comentarios de personas que me apoyaban era verdaderamente irreal, soy consciente de lo mucho que adoro a las personas que leen mis libros, son mis ángeles. Cada día recibía miles de mensajes de personas que me decían lo mucho que les habían encantado mis primeros libros, era encantador que gente de países como México, Estados Unidos, Cuba, Colombia, Chile, Argentina, Venezuela, España, Rumania, Argelia, Polonia, Reino Unido e incluso, Filipinas, me dijeran cuánto admiraban mi arte.

Apagué las luces de mi habitación y caminé cansinamente a la cama, parecía un zombi, me acosté y cerré los ojos mientras pensaba en la enfermedad de Hannah. De pronto, mi mente hizo silencio y me sumergí en las profundidades del sueño. Repentinamente, aparecí sentado en el puesto de un inmenso avión de pasajeros, estaba en la primera clase rodeado de gente refinada y elegante, las personas bebían vino y cargaban sus mascotas exóticas. Yo tenía puesta una chaqueta dorada adornada con brillantina y un lujoso sombrero negro que brillaba con lentejuelas, me sentía fabuloso.

No sabía qué estaba haciendo en ese avión ni para dónde iba hasta que inesperadamente, Antonio apareció sentado a mi lado mientras yo miraba las nubes desde la ventana; él lucía como un rey de la época victoriana, tan radiante y perfecto que me estremecía al mirarlo a los ojos. Su cabello castaño y rizado estaba un poco despeinado como de costumbre, pero su rostro se miraba precioso al igual que una pintura renacentista. Sus mejillas se enrojecían por mí, él me sonrió y luego miró hacia adelante resplandeciendo la perfecta simetría de su perfil.

- ¿Estás feliz ahora mismo? –Preguntó Antonio, ladeando la cabeza hacia mí, me guiñó el ojo y tomó mi mano mientras la acariciaba.

Lo miré a los ojos y asentí con la cabeza, regalándole una radiante sonrisa.

- Nunca estuve tan feliz como en este momento –reconocí, apretando su mano–, ¿Cómo podríamos detener el tiempo y convertir esto en nuestra eternidad?

- El tiempo no existe cuando estoy contigo –dijo Antonio, acercándose lentamente–, solo existe cuando no estoy a tu lado porque mis días transcurren lentos y muero con el deseo de tenerte en mis brazos.

No supe qué responderle, los sentimientos me hicieron mudo con el silencio de una mirada enamorada y trastornada. Antonio me besó y acarició mis mejillas mientras apretaba mi mano.

- A veces creo que todavía estoy descubriéndome porque hay días en los que no me conozco –expresé mientras acariciaba su mano con mi pulgar. Antonio volvió a besarme–, pero cuando te miro parece que te conociera de toda la vida, sé que en una vida pasada estuvimos juntos y fuimos lo que no pudimos ser en esta...

- Tengo algo para ti –dijo repentinamente, arrojándome una mirada de misterio, soltó mi mano y se inclinó hacia el otro lado para sacar algo debajo del asiento. Antonio sacó un libro y lo puso sobre mis piernas–. Es una de tus obras, a la que le llamaste "Un Viaje Sin Retorno".

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora