Capítulo 35: ¿Todavía soy un humano?

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  El amanecer del 26 de octubre fue todo un espectáculo celestial, no podía perderme la colorida belleza del cielo al ilustrar las nubes con colores mágicos y prodigiosos. El día comenzaba y se veía prometedor, algo me decía que sería distinto a los demás y debía buscar la razón por la que sentía que tenía algo especial. Amanda, mi mejor amiga estaba de cumpleaños, tenía un mes sin verla así que, pensé que ir a su casa sería una idea genial para distraerme y pasarla bien.

Tenía la boca ardiendo de dolor por las múltiples lesiones que aparecían a causa del estrés, se me dificultaba hablar, comer y para beber agua, sin embargo, estaba acostumbrándome a tener esa dolorosa incomodidad en la boca. Las primeras horas de la mañana las dediqué para estudiar, tenía la vista cansada y el cuerpo demolido del cansancio, era inaudito tener sueño de día y no poder dormir de noche.

A las 10:00 AM paré de estudiar y me preparé para ir a casa de mi mejor amiga. Al igual que yo, ella también vivía diferentes episodios de ansiedad y ataques de pánico, sé cuánto le afectaba sentirse sola y no tener a alguien con quien hablar. Por motivos de agenda no nos veíamos tan seguido como antes, pues, Amanda también estudiaba una carrera universitaria y estaba preparándose para la defensa de los proyectos finales; reconozco que por mí parte también atravesaba un momento muy difícil, pero cuando se trataba de mi mejor amiga podía hacer lo que fuera para verla reír.

Después de ducharme me puse una ropa cómoda y me dirigí a su casa, vivía a menos de cinco minutos de la mía. Fui con un camiseta blanca y un jean azul oscuro, mis converses blancas no podían faltar. Llegué a su casa y toqué el timbre dos veces, Amanda salió rápidamente y abrió la puerta con alegría, lo primero que hice fue darle un fuerte abrazo y levantarla mientras le daba vueltas, no sabía lo mucho que necesitaba ver a mi mejor amiga.

Amanda lucía fascinante, tenía su precioso cabello negro, alisado y arreglado, el fleco sobre su frente me recordaba a Aradia, ese mismo personaje al que le di vida inspirándome en ella. Mi mejor amiga siempre se veía elegante y vanidosa, su indumentaria era tan espectacular como el maquillaje que se hacía para brillar, simplemente me encantaba tenerla conmigo porque era un rayo de luz milagroso. Amanda lucía un poco más pálida de lo habitual, estaba algo subida de peso después de haber dado a luz unos meses antes, pero seguía viéndose como una superestrella pop. Era una madre muy joven, apenas estaba cumpliendo 23 años mientras se conocía y enfrentaba sus propios temores.

- ¡Feliz cumpleaños a la mejor amiga del mundo! –Exclamé con regocijo, estaba oliendo su cabello mientras le daba vueltas en el aire. Le di un beso en la mejilla y acaricié sus mejillas.

Amanda y yo empezamos a reírnos tontamente.

- Te he extrañado –dijo ella, dedicándome una profunda mirada de melancolía–. Sin ti me siento incompleta. Eres mi otra mitad.

- Perdóname por no venir tan seguido –me disculpé en voz baja–, últimamente me he sentido extraño y no he querido salir de casa. Además, he tenido muchos exámenes.

- Tranquilo –repuso–. También he estado muy estresada con la universidad, pero... ¿Hay algo de lo que quieras hablarme?

- Amanda, no hablaré sobre mí en tu cumpleaños, podemos hablarlo quizá otro día. No quiero recordar lo malo mientras estoy contigo, además es tu día y ahora me siento bien a tu lado... En otra ocasión prometo hablarte de eso.

- Está bien, de todas formas sabes que conmigo puedes hablar lo que sea cuando quieras, sobre todo sí se trata de ti.

- De acuerdo... ¿Y tú, cómo has estado? –Le pregunté.

Seguí a Amanda hasta el sofá de la sala y nos sentamos juntos.

- He tenido mucha ansiedad últimamente –respondió–, pienso que la enfermedad de la tiroides es lo que me genera ese malestar físico y emocional.

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