Capítulo 45: Sobredosis de amor.

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El 2 de noviembre me levanté temprano y fui a la universidad, había pasado una semana sin tener clases, ocurrieron muchas cosas en tan solo 7 días, lo suficiente para sentir que no fue una semana sino un mes. La noche anterior dormí temprano y no pude recordar lo que había soñado, después de 22 noches me tracé una línea para seguir adelante y recrear todo lo vivido en mi nuevo libro. Necesitaba energía para terminar el semestre en la Facultad de Ingeniería y el segundo año de medicina, estaba decidido en dejar la carrera de ingeniería al terminar el semestre, mientras tanto me dedicaría únicamente en medicina para enfocarme en hacer el cambio de universidad.

No tenía ánimos de arreglarme, pero no podía darme el castigo de verme tan mal arreglado como mis compañeros de clases, la idea era hacer una diferencia y no ser otro del montón. Me puse uno de mis overoles color negro y un abrigo rosa pastel, mis converses blancas y me peiné el cabello hacia atrás, tenía más ondas doradas que el día anterior.

Sentía un bloque atado en mis pies mientras me dirigía al aula de clases, lo primero que vi al entrar en la universidad fue un enorme letrero que decía: "Mi corazón le pertenece a Chávez y a Maduro", la gente pasaba y miraba la imagen con respeto como si se tratase de una figura religiosa. La sangre me hervía del rechazo, no supe en qué momento llegué a repudiar tanto esa universidad, desde los profesores, los estudiantes hasta el personal de trabajo; simplemente detestaba verlos, me sentía irritado y sabía que no era bienvenido ahí, tampoco me veía en la necesidad de socializar con hipócritas que solo me hablaban cuando necesitaban algo. Entrando al salón de clases se quedaron viéndome y murmurándose, es lo que hacían siempre, empezando por el vocero y terminando por los envidiosos amiguitos de Antonio. Sabían que yo era el único opositor en una universidad chavista. Inmediatamente, busqué a las únicas dos personas con las que había entablado una bonita amistad, Mónica y Nairobis, las vi en las primeras mesas apartando un asiento para mí. Al verme me dedicaron una fulgurosa sonrisa que proyectaba realeza y pureza, ambas tenían sus kimonos médicos, simultáneamente azul marino.

- Llegó el chavista más fresa y divino del gobierno –bromeaba Nairobis en voz alta, arrojó una risa burlona y se levantó para abrazarme.

Ambas se rieron al mismo tiempo que yo, Mónica se levantó de la silla y me dirigí a ella para abrazarla. Me encantaba la forma en la que siempre me recibían con amor.

- Las extrañé mucho –dije, abrazando a Mónica. Posteriormente, situé la mochila en la mesa y me senté con ellas–. ¿Cómo han estado?

Mónica estaba sentada a mi lado, cerró su cuaderno y cogió el lápiz para guardarlo entre las hojas.

- Yo, sobreviviendo –respondió Mónica, emitiendo un quejido. Se veía perturbada y muy irritada–. Estoy perdiendo cada vez más cabello por el maldito estrés.

Nairobis apagó su teléfono y se recogió el cabello para responderme, algo no estaba bien en ellas.

- Yo voy de mal en peor –añadió Nairobis, su mirada proyectaba preocupación y cansancio–. Necesito vacaciones o una nueva vida. ¿Tú estudiaste para hoy?

- ¿Qué había que estudiar para hoy? –Pregunté, dudoso. Desorbitando los ojos con asombro.

- ¡Para el examen chavista! –Exclamó Mónica, levantando las cejas.

- ¡Maldita sea! –Refuté, negando con la cabeza y el ceño fruncido.

- ¿No pudiste estudiar? –Dialogó Nairobis, esperando por mi respuesta.

- No es que no pude –expliqué–, es que no quise y tampoco lo recordé.

No pude contener la risa.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora