Capítulo 19: Noche 11.

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22:11 PM.

Al acostarme en la cama me quedé completamente dormido, parecía que estuviera dopado. Bastó con cerrar los ojos para perderme en las profundidades del sueño. La frecuencia cardiaca disminuía a predominio del sistema nervioso parasimpático, y su discordia con el sistema simpático, desencadenaba un iracundo enfrentamiento noctámbulo que controlaba las funciones autónomas e inconscientes de mi organismo. El reloj sonaba y me sumergía en los misterios del sueño a través de la negrura del mundo astral.

Desde los núcleos supraópticos y paraventriculares del hipotálamo, hasta la extraordinaria porción mesencefálica y rombencefálica del cerebro, viajaba velozmente la acetilcolina, ese omnipotente neurotransmisor que se transmitía por las fibras nerviosas de mis sistemas. Las pupilas de mis ojos se contraían junto a mis bronquios, mis vasos sanguíneos se dilataban y mi corazón se desaceleraba. El ritmo circadiano de la regulación fisiológica de mi cuerpo había perdido el control. No podía dormir por las noches, y cuando lo hacía me levantaba ahogado y perdido en mis pesadillas.

La melatonina era el arma que necesitaba en mis terrores nocturnos, ya no diferenciaba los días de mis noches y suponía que había una disminución en sus reservas. La oscuridad es el estímulo principal para la liberación de la hormona melatonina, lo que induce al cuerpo a dormir durante la noche; pero, en mi caso era diferente, porque la oscuridad me ponía en un estado de alerta.

En cada noche de insomnio estudiaba la fisiología del sueño, necesitaba hallar la solución científica de mis conflictos noctívagos. El agente cronobiótico de mi cerebro estaba más deteriorado que mi salud mental, la glándula pineal era la que me mantenía en la vigilia cuando llegaba la hora de las brujas.

Desde la fase de los movimientos oculares rápidos, finalmente llegué a la etapa del sueño paradójico, el ciclo donde muchos eventos pueden ocurrir al dormir. Las ondas cerebrales se desincronizan y descienden velozmente su voltaje, inclusive se originan las fascinantes ondas ponto-genículo-occipitales, las que se producen en los diferentes grupos neuronales del tallo cerebral; son nada más y nada menos que explosiones eléctricas de neuronas, las que al igual que una supernova terminan en explosiones altamente masivas y expanden su energía a través del cosmos.

Repentinamente, aparecí en una oscura alcoba del siglo 15, no alcanzaba ver algo más que una luz roja que titilaba débilmente. Había una densa bruma que entraba por los ventanales del recinto, la temperatura descendía y desconocía mi presencia en aquel obscuro lugar. Al parecer no estaba solo, sino con alguien que me sorprendió increíblemente, tenía enormes ojeras y un rostro totalmente demacrado, era Antonio. Lo desconocí con tan solo mirarlo.

- Antonio, ¿Estás bien? –Le pregunté–. No te veo bien, dime qué te pasó.

Su mirada estaba perdida.

- Sólo bésame –respondió, clavándome una mirada fría y maligna que me aterraba–. ¿O te da miedo?

Antonio me hizo sentir amenazado por la manera en la que me hablaba.

- ¿Qué? –Dije con la cara constreñida de la confusión. ¿Esto es un juego?

La neblina estaba elevándose en la habitación, la oscuridad era cegadora. Solo podía verlo a él por la luz roja que parpadeaba.

- No –continuó insistiendo, su personalidad era la transmutación de alguien a quien no conocía–, no estoy bromeando. Ven, bésame –Antonio haló mi brazo y rasgó mi piel–. Por favor, hazlo. Sólo es un beso.

- ¿Quién eres? –Le pregunté con desconfianza.

- Soy yo –respondió.

Antonio me empujó a la cama y comenzó a desnudarme. De pronto, volvió a ser la persona que conocía, era el chico del cual me había enamorado. Me miró a los ojos con amor y me abrazó fuertemente, besando mis mejillas y mi cuello, el calor de su cuerpo calentaba mi piel cuando su abdomen se deslizaba sobre el mío. No había nada más perfecto que sentirlo encima de mí.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora