Capítulo 52: Año nuevo, trauma nuevo.

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El 31 de diciembre del 2022 estuve con mi mejor amigo todo el día hasta la noche, Lisandro traía mi libro "Un Viaje Sin Retorno" en físico desde su ciudad, lo compré por Amazon y mediante otras personas logré que lo trajeran a Venezuela, esto se debe a que Amazon no hace envíos a mi país por razones obvias. Me puse realmente feliz cuando tuve el ejemplar en mis manos, no podía creer que por fin se había hecho realidad. Era mi amuleto más valioso.

Lisandro y yo teníamos un hoodie violeta que combinaba muy bien con la temática de mi libro, guardé la obra en mi mochila y disfruté del momento. Fue uno de los mejores días que he vivido junto a él. Tenía tantos meses sin verlo que cuando lo vi parecía irreal. Cuando piense en el 31 de diciembre del 2022 lo recordaré a él como mi mejor recuerdo, más que amigos somos familia. Tuvimos una despedida muy emotiva, Lisandro regresaría a su ciudad el primero de enero y quizá no vendría más hasta diciembre del próximo año, tenía un trabajo muy complicado, pero sin embargo, lo arriesgó para venir a verme; lo mismo hice yo cuando renuncié a mi empleo un día antes de que se terminara el contrato, necesitaba pasar el último día del año con mi mejor amigo.

Mientras caminaba a casa escuchaba y veía los fuegos artificiales, odió la nostalgia que se siente en año viejo. Solo pensaba en mi mamá, mi hermana, mis abuelos muertos y en mi pequeño círculo de amigos. Mi corazón latía lentamente por el recuerdo y el vacío de mi existencia, tenía tanto miedo que no sé cómo explicarlo, parecía que el mundo se acabaría a las 12:00 am, tan sólo faltaban 30 minutos para que el 2022 terminara y yo solo rondaba las viejas calles de la ciudad.

Con el corazón hecho pedazos fui al cementerio para visitar la tumba de mis abuelos, fue allí cuando mi ansiedad estalló y tuve un ataque de pánico en la soledad cadavérica de la necrópolis, no quería regresar nunca más a mi casa, sabía que sí volvía sería maltratado y atemorizado como siempre ocurría. Me sentí cobarde porque mi madre y mi hermana me necesitaban, pero en ese momento lo único que anhelaba era mi muerte. Sentado en la tumba de mis abuelos observaba la pirotecnia coloreando los cielos oscuros de mí frío y solitario mundo, el tiempo se agotaba y mi respiración se aceleraba, mis manos temblaban y mi visión se nublaba, mi garganta se cerraba y sentía que ya no podía respirar más. En uno de mis impulsos me levanté y salí corriendo del cementerio mientras escuchaba a la gente contar los minutos para año nuevo, miraba a todas partes y mi soledad gritaba cuando veía a las familias reunidas y abrazadas esperando las 12:00 am, cuando contaban los minutos parecía que esperaban el estallido de una bomba nuclear, había mucha presión y temor por lo que según mi mente podría ocurrir.

Faltaban diez minutos para las 12:00 cuando llegué a la casa, al instante que entré sentí una maldad indescriptible, un mal augurio que se solo se percibe en las películas de terror. Solo había silencio y las luces estaban apagadas, « ¿En dónde está mi mamá y Vivi?» me pregunté en mi mente, con la mirada turbia y la atmósfera de suspenso escudriñé la oscuridad, ni siquiera estaban mis macotas. Quise prender las luces, pero los encendedores estaban destrozados y sus cables hacían corto circuito, casi moría electrocutado al meter mis dedos en la electricidad. Caminé sigilosamente y encendí la linterna de mi celular, iluminé mi contorno y con estremecimiento me quedé atónito, vi que muchas cosas estaban en el piso; entre ellas, la biblioteca, como si alguien hubiera aplastado su madera con fuerzas, los libros estaban desgarrados por todos lados, había cristales de vidrio esparcidos en el piso, los bombillos estaban estuchados y la nevera yacía en el suelo. Me dirigí hacia la cocina con la linterna y me resbalé con algo blando y gelatinoso, alumbré el piso y vi que era un trozo de carne sangrante. Levanté el celular y con la respiración entrecortada pensé lo peor, volví a iluminar el piso y noté que estaba la comida que mi madre había preparado para nochevieja.

Iluminé el fondo de la cocina y en la oscuridad vi a mi padre observando fijamente la pared, estaba desnudo y de espalda, apretando los puños y torciendo la cabeza mientras su cuerpo temblaba. En un santiamén, volteó lentamente y me proyectó una mirada sádica y perversa que expresaba el verdadero significado del odio, no supe cómo reaccionar cuando lo vi caminando hacia mí, me puse pálido y sentí una patada en mi pecho. Comencé a correr rápidamente cuando de inesperado resbalé en la sala y me incrusté los vidrios al caer, me levanté con el rostro ensangrentado y me fijé que había pequeños cristales enterrados en mi piel. Comencé a tantear en el piso tratando de encontrar mis gafas y mi teléfono, pero nada me salvaba de la lobreguez, todo se quedó en una profunda negrura después de que mi teléfono se apagara al caer.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora