eleven

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                    Capitulo 11 |Estefanía

            

Después de una jornada extenuante en el hospital, regresé a mi departamento con un peso en el pecho. La tensión entre Emma y yo había alcanzado un punto crítico, y cada encuentro con ella se sentía como una batalla constante. Las pesadillas y los episodios de ansiedad se habían vuelto una constante en mi vida, y no podía evitar preguntarme si algún día encontraría la paz que tanto anhelaba

Al llegar a casa, me encontré con Alex en la sala, con una expresión seria en el rostro. Sabía que algo andaba mal.

—¿Qué pasa, Alex? —pregunté, tratando de ocultar mi ansiedad.

Él suspiró y se sentó a mi lado en el sofá. —Estefanía, necesito hablar contigo sobre algo importante.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho. ¿Qué podría ser tan importante como para poner esa expresión en el rostro de Alex? Traté de mantener la calma mientras esperaba a que continuara.

—He estado hablando con la psicóloga del hospital, y... —comenzó Alex, pero lo interrumpí antes de que pudiera terminar.

—¿La psicóloga del hospital? ¿Por qué estabas hablando con ella? —pregunté, confundida.

Alex pareció vacilar por un momento antes de continuar. —Estefanía, ella me contó sobre tus pesadillas y tus episodios de ansiedad. Está preocupada por ti.

Mi corazón se hundió en mi pecho mientras absorbía sus palabras. No podía creer que mis problemas personales se estuvieran volviendo tan evidentes para los demás.

—Estoy bien, Alex. Solo ha sido un período estresante, eso es todo —dije, intentando sonar convincente.

Pero por dentro, sabía que estaba mintiendo. Mis pesadillas y mi ansiedad eran más que solo el estrés laboral; eran el resultado de una lucha interna que había estado librando durante meses.

—Estefanía, no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí para ti. —dijo Alex, con una mirada de preocupación en sus ojos.

Asentí con gratitud, sintiéndome abrumada por la amabilidad y el apoyo de Alex. Pero al mismo tiempo, sabía que tenía que enfrentar mis problemas por mi cuenta, sin importar lo difícil que fuera.

Después de hablar con Alex, me dirigí a mi habitación y me tumbé en la cama, sintiéndome agotada física y emocionalmente. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras las pesadillas volvían a atormentar mi mente, recordándome una vez más la oscuridad que se cernía sobre mí.

[...]

Al día siguiente, me dirigí al hospital con un nudo en el estómago, preparada para enfrentar otro día lleno de tensiones y conflictos. Al llegar, me encontré con Emma en el pasillo, y nuestras miradas se encontraron en un silencio incómodo.

El pasillo del hospital resonaba con el bullicio habitual de enfermeras y médicos que se apresuraban de un lado a otro. Mi corazón aún latía con el peso de las palabras de Alex de la noche anterior, pero traté de mantener la compostura mientras me dirigía hacia mi puesto de trabajo.

Emma estaba de pie frente a una de las salas de examen, revisando el expediente de un paciente con una expresión concentrada en el rostro. Al acercarme, sentí el peso de la tensión entre nosotras, pero sabía que tenía que enfrentarla de frente si quería que las cosas mejoraran.

—Emma —la llamé, tratando de sonar lo más neutral posible.

Ella levantó la vista, y nuestros ojos se encontraron en un momento cargado de emociones no dichas. Emma asintió con un gesto cortés, pero no dijo nada, y el silencio se prolongó incómodamente entre nosotras.

El arte de sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora