forty

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40 |Extras

Emma M.R

Estaba de pie frente al espejo terminando de maquillarme mientras esperaba que Estefanía saliera del baño. Lo cual no tardo mucho pues a los minutos la puerta se abrió y ella salió con una toalla envuelta en su cuerpo, lo cual dejaba mucha piel húmeda a la vista.

-Oh, no Emma, no harás esto -dijo señalando la cama. Donde se encontraba ya preparado su no tan amado uniforme de pediatría.

-Cielo -susurre acercándome a ella mientras ella negaba con la cabeza. Se dejo caer en la cama provocando que la toalla callera dejándola solo en ropa interior lo cual me hizo sonreír.

-No quiero usar esto. -sentencio señalando la camisa rosa. -¿Dónde está el azul?

-No usaras azul. Estarás en pediatría. -me acerque mas haciendo que apoyara su cabeza en mi abdomen.

-Emma -susurro -no quiero en serio.

-amor, vomitaste en un quirófano. No estarás en urgencias.

-no fui yo, fue ella -se separo un poco de mi mientras señalaba su ya abultado vientre.

Estefanía y yo habíamos planeado tener un bebe al año de casadas. Ahora ella tenia casi 4 meses de embarazo lo que nos dejaba en el punto de que todo le daba ascos. Aprendimos a lidiar con las comidas, pero por lo que supe abrir a una persona fue demasiado para ella.

Me incliné hacia Estefanía, acariciando suavemente su cabello mientras ella apoyaba su cabeza en mi abdomen. A pesar de su resistencia, podía ver el cansancio y la incomodidad en sus ojos. Estefanía siempre había sido fuerte, pero el embarazo la había transformado de maneras que ni ella misma esperaba. Sonreí, recordando lo emocionada que estaba cuando vimos por primera vez el positivo en la prueba, y cómo planeamos cada detalle, incluso el nombre del bebé. Pero ahora, verla tan vulnerable me hacía querer protegerla aún más.

-Sé que no es fácil, amor -le dije con suavidad, deslizando mis dedos por su mejilla. Ella cerró los ojos, disfrutando del contacto-. Pero tienes que cuidarte, y también a nuestra bebé. Pediatría es un lugar seguro para ti ahora.

-Lo sé, pero... -su voz se apagó, y la noté mordiendo su labio, un gesto que siempre hacía cuando estaba frustrada-. Es solo que siento que estoy siendo débil. Me gusta la acción, Emma. Y ahora... ahora estoy aquí, con una camisa rosa, incapaz de soportar siquiera una cirugía.

Me agaché para quedar a la altura de su rostro, sosteniéndolo entre mis manos para que me mirara. Sus ojos, aunque cansados, brillaban con la fuerza que siempre había admirado en ella.

-No eres débil, Estefanía. Estás haciendo lo más valiente que alguien podría hacer. Estás creando vida dentro de ti. -Le di un beso suave en la frente-. Y aunque ahora todo te parezca un reto, sé que lo superaremos juntas, como siempre lo hemos hecho.

Ella suspiró, finalmente asintiendo mientras su mano descansaba sobre su vientre.

-Prométeme que esto no cambiará quién soy, Emma. -Su voz tembló un poco-. No quiero perderme en esto.

-Nunca perderás quién eres, mi amor. -Le aseguré-. Eres fuerte, valiente y apasionada. Serás una madre increíble y una doctora aún mejor. Y yo estaré aquí, contigo, cada paso del camino.

Nos quedamos en silencio por un momento, solo disfrutando de la cercanía, antes de que ella finalmente se levantara y se dirigiera a la cama, donde el uniforme la esperaba.

-Está bien -dijo, tomando la camisa rosa con una expresión resignada-. Lo haré por ti.

Sonreí, viéndola ponerse la camisa -esto ya no me queda. -murmuro

El arte de sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora