thirty three

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Capitulo 33| Emma

El día había llegado. El aire en el hospital estaba cargado de una mezcla de expectativa y ansiedad. Todos esperaban ver a la nueva jefa asumir su puesto, pero yo solo quería una cosa: que Estefanía estuviera conmigo. No me sentía lista, no sin ella. Mi mente vagaba, buscando su rostro en la multitud, pero no la encontraba. Mi corazón palpitaba con fuerza, deseando que estuviera ahí, aunque solo fuera para sentir su suave toque al final del día, una caricia que me anclara a la realidad en medio de este caos. La necesitaba, más de lo que nunca hubiera imaginado.

Jack y Alex estaban a mi lado, como siempre. Las cosas entres ellos no habían cambiado. Desde el accidente, parecían estar más unidos, más cercanos. Había un brillo en sus ojos, una complicidad que no había notado antes. Jack, que siempre había sido el bromista del grupo, ahora estaba más calmado, su mirada más suave cuando la dirigía a Alex. Y Alex... Bueno, Alex siempre había sido reservado, pero ahora había una especie de ternura en su forma de hablar con Jack, de preocuparse por él.

Nos habíamos encontrado en el pasillo antes de la reunión oficial, y los vi tomados de la mano. Fue un gesto sutil, pero significó mucho. Sonreí para mis adentros, alegrándome por ellos. Si alguien merecía ser feliz, eran ellos dos.

—Vas a estar bien, Emma —dijo Alex, apretando ligeramente mi brazo mientras nos dirigíamos al auditorio. Jack asintió, dándome una palmada en la espalda.

—Y si te equivocas, siempre estamos aquí para reírnos juntos —añadió Jack, con una sonrisa que intentaba animarme. —solo tienes que subir allí y decir: "aquí esta su reinita" y bajar.

—Gracias, chicos —respondí, sintiendo un nudo en la garganta. No quería mostrarme vulnerable, no ahora, pero era difícil ocultar el miedo que me consumía. No era solo por el puesto, era por todo lo que estaba en juego.

El auditorio estaba lleno. Cada asiento ocupado por colegas y personal del hospital. Subí al escenario, sintiendo cómo cada mirada se clavaba en mí. Mis manos temblaban ligeramente, pero tomé una respiración profunda y me obligué a mantener la compostura. El discurso que había preparado sonaba vacío en mi cabeza, pero lo recité de todos modos, intentando proyectar una confianza que no sentía.

La presentación oficial pasó en un borrón de palabras y aplausos. Cuando terminó, me permití respirar por primera vez en lo que parecían horas. Jack y Alex estaban a mi lado, como si fueran mis sombras, y eso me dio la fuerza para seguir adelante.

Después de la ceremonia, volví a mi oficina. Estaba vacía, a pesar de las flores y las felicitaciones que la llenaban. La soledad se hizo palpable, como si el espacio supiera lo que faltaba. Me senté en el sillón , tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Todo había pasado tan rápido, y ahora que el bullicio se había desvanecido, la realidad me golpeaba con fuerza. Estaba sola en este nuevo puesto, y la persona a la que más necesitaba seguía luchando por su vida a unos pisos de distancia.

No podía quedarme aquí. Me levanté casi de inmediato, dejando atrás la oficina y todo lo que representaba. Mis pasos me llevaron directamente hacia la Unidad de Cuidados Intensivos, el único lugar donde realmente deseaba estar.

El camino se me hizo eterno. Cada segundo que pasaba sin verla era un recordatorio de lo frágil que era todo. Finalmente, llegué a la puerta de la UCI. El ambiente allí era diferente, más tranquilo, pero la tensión era palpable. Cada máquina, cada monitor, cada paso de las enfermeras resonaba en mi cabeza como un eco distante.

Entré en la habitación de Estefanía con el corazón en un puño. Allí estaba ella, tan quieta, tan vulnerable, rodeada de cables y tubos. Me acerqué lentamente, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Tomé su mano, suave y fría, y me arrodillé a su lado.

El arte de sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora