Capítulo 29 |Estefanía
Decidí que era buen momento para ayudar a un grupo de nuevos residentes que necesitaban orientación. Así que fui al hospital para doblar turno. Alex y Jack no estaban enterados de esto; preferí no decírselo para no preocuparlos.
El turno de noche siempre tenía su propia energía, una mezcla de calma y urgencia. Las luces fluorescentes del hospital emitían un brillo frío que hacía que el tiempo pareciera detenerse. Caminé por los pasillos, saludando a algunos colegas y asegurándome de que todo estuviera en orden.
En la sala de descanso, encontré a un grupo de residentes sentados alrededor de una mesa, sus rostros mostrando una mezcla de cansancio y determinación. Me acerqué con una sonrisa, queriendo brindarles un poco de apoyo.
—Hola a todos —dije, tomando asiento. —¿Cómo va la noche?
Uno de los residentes, un chico alto con gafas y una expresión seria, me miró y respondió: —Ha sido intensa, pero estamos manejando bien. Solo tenemos algunas dudas sobre ciertos procedimientos.
Asentí, entendiendo su preocupación. —Claro, estoy aquí para ayudar. ¿Qué necesitan saber?
Pasamos la siguiente hora revisando casos, discutiendo diagnósticos y procedimientos. Les conté algunas de mis propias experiencias para darles perspectiva y confianza. Era gratificante ver cómo sus rostros se iluminaban con cada respuesta que les daba.
—Recuerden, la clave es siempre mantener la calma y pensar claramente —les dije. —No duden en pedir ayuda si la necesitan. Aquí todos somos un equipo.
Después de la sesión, uno de los residentes, una joven con el cabello rizado y una expresión decidida, se acercó a mí mientras caminábamos por el pasillo. —Gracias por su ayuda, Doctora. Realmente lo apreciamos.
—De nada —respondí con una sonrisa. —Recuerdo lo difícil que puede ser al principio. Solo sigan aprendiendo y confiando en ustedes mismos.
Nos detuvimos frente a la sala de emergencias, donde pude ver a varios pacientes esperando ser atendidos. —Parece que tienen bastante trabajo por delante —dije, observando la escena.
—Sí, nunca hay un momento aburrido aquí —respondió la residente con una risa.
De repente, uno de los pacientes comenzó a gritar, y un grupo de enfermeras corrió hacia él. La residente y yo intercambiamos una mirada rápida y nos apresuramos a ayudar.
El paciente, un hombre de mediana edad con una herida en la pierna, estaba claramente en estado de pánico. Intenté calmarlo mientras la residente revisaba su herida.
—Tranquilo, estamos aquí para ayudarte —dije en un tono suave. —¿Qué pasó?
—Me caí de una escalera y me corté con una herramienta —respondió el hombre, respirando con dificultad.
—Vamos a cuidarte bien. Necesitas algunos puntos y una limpieza adecuada de la herida —dijo la residente, ya más segura de sí misma.
Trabajamos juntos para estabilizar al paciente y asegurarnos de que recibiera el tratamiento adecuado. Cuando finalmente se calmó, sentí una oleada de satisfacción por haber podido ayudar.
Al voltear mi vista vi al jefe de pie a unos pasos míos.
me miró con admiración. —Eres muy buena en esto, Estefanía.
—gracias señor, ¿Qué hace por acá? —pregunte intentando aliviar la tensión.
—solo veo —dijo simplemente.
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El arte de sanar
Любовные романыel ajetreado mundo de trabajar en un hospital no es nada fácil. la jefa de urgencias, Emma, se destaca por su habilidad y dedicación. su vida cambia cuando conoce a Estefanía, una cardióloga apasionada por salvar vidas y romper estereotipos, a medid...