thirty one

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Capitulo 31 | Alexandre

El silencio en la UCI era casi tangible, roto solo por el constante bip de las máquinas que mantenían a Estefanía con vida. Emma estaba a su lado, aferrada a su mano como si pudiera transferirle su fuerza a través del contacto. Observé la escena, sintiendo una mezcla de impotencia y tristeza. Mi amiga, mi compañera de tantos años, estaba luchando por su vida, y todo lo que podía hacer era esperar.

Le había repetido tantas veces a Emma que no era su culpa, pero no podía negar que lo decía más para mí que para ella. Si Estefanía no hubiese ido a buscarla o si yo o Jack hubiésemos insistido en llevarla nosotros mismos, aun no comprendía como pude ser tan estúpido para dejarla ir sola sabiendo como estaba.

No podía solo dejar de culparme, pero me reconfortaba pensar que si despertaba algún día diría algo como "ese árbol salió de la nada". Un maldito árbol.

Salí de la habitación y me dirigí a la sala de descanso, donde Jack me esperaba. Parecía tan afectado como yo, su rostro reflejando la misma preocupación y agotamiento que sentía. Nos sentamos en silencio durante unos momentos, intentando procesar todo lo que había sucedido.

—¿Cómo está Emma? —preguntó Jack finalmente, rompiendo el silencio.

—Devastada —respondí, suspirando—. No se ha movido de su lado desde que llegamos. No sé cómo lo está manejando, pero sé que está sufriendo.

Jack asintió, su expresión grave. Sabía lo mucho que Emma se preocupaba por Estefanía, y verlas en esta situación era desgarrador para todos nosotros.

Pero Estefanía era mi amiga, mi otra mitad, la hermana que nunca tuve, como le iba a explicar aquello a mis padres, la querían tanto como yo. No quería pensar en que ella no despertara. Porque si iba a despertar, ¿verdad?

Volví a sentarme, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.

—Deberíamos haber estado allí para ella, Jack. No debería haber estado sola. —murmuré, sintiendo la culpa arraigarse más profundamente.

Jack negó con la cabeza.

—No podemos cambiar lo que pasó, Alex. Pero podemos estar aquí para ella ahora. Eso es lo que importa.

Asentí lentamente, sabiendo que tenía razón, aunque la culpa y el dolor no disminuían. Decidí que necesitaba un poco de aire fresco, así que me levanté y me dirigí hacia la salida.

—Voy a tomar un poco de aire. Necesito despejarme la cabeza. —le dije a Jack.

Él asintió, entendiendo mi necesidad de espacio.

Salí del hospital y el aire fresco de la noche me golpeó de inmediato. Caminé por el jardín del hospital, dejándome llevar por los recuerdos de mi amistad con Estefanía. Recordé nuestras largas noches de estudio, nuestras risas, nuestras discusiones y, sobre todo, nuestra inquebrantable lealtad el uno al otro. Y los recuerdos comenzaron a llegar.

Era el primer día de clases en la facultad de medicina. El aula estaba llena de estudiantes nerviosos y emocionados, todos preparándose para lo que sabíamos serían los años más duros de nuestras vidas. Yo estaba tratando de encontrar mi asiento cuando vi a una chica con una sonrisa cálida y amigable. Se presentó como Estefanía, y en ese instante, supe que había encontrado una amiga especial.

—Hola,  ¿Necesitas ayuda con algo? —me preguntó, notando mi expresión perdida.

—Sí, me vendrían bien unos apuntes. Me perdí en la última clase —respondí, sintiéndome un poco avergonzado.

El arte de sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora