Capítulo 23| Estefanía
Me enferme como era de esperarse mi sistema inmunológico fallo ante mis cálculos mal hechos, pero siendo realista era de esperarse, el viaje de regreso fue una tortura, sentía que en el momento en que me pusiera de pie moriría.
Alex me llevo a mi departamento porque era no tenía ánimos de siquiera manejar, me dolía todo el cuerpo. Como si un camión me hubiese pasado por encima
—¿te sientes bien? —pregunto Alex —estas pálida
—estoy bien —dije recostándome en el asiento del copiloto
Definitivamente no estaba bien, pero no le diría eso a Alex porque era capaz de decirme que se quedaría conmigo hasta que me mejorara y Alex ya había hecho mucho por mis estos últimos días.
—¿Cómo te fue con Emma? —rompió el silencio, y lo agradecí
—bien, fue raro, tendremos una cita —una sonrisa se plasmó en mi rostro
—con la gripe que te cargas dudo que haya cita para ti —rodé lo ojos y el rio
—no iras a trabajar así Estefanía —dijo seriamente mientras yo bajaba de mi auto pues el se lo llevaría
—falta un día, ya estaré bien—. Dije —adiós, no choques mi auto, ¿okey?
Alex sonrió y me dio una palmadita en la espalda antes de subirse al auto y marcharse. Caminé lentamente hacia mi departamento, sintiendo el peso de la enfermedad en cada paso. Llegué a mi puerta y me desplomé en el sofá sin siquiera quitarme los zapatos. Cerré los ojos y traté de relajarme, pero el dolor en mi cuerpo no me dejaba en paz.
Pasaron unos minutos antes de que decidiera que necesitaba una ducha caliente para tratar de aliviar mi malestar. Me levanté con esfuerzo y me dirigí al baño. El vapor del agua caliente me envolvió y por un momento sentí algo de alivio. Me dejé caer en el suelo de la ducha, dejando que el agua corriera sobre mí.
Mis pensamientos se desviaron hacia Emma y nuestra próxima cita. A pesar de mi estado, no podía evitar sonreír al pensar en ella. Recordé cómo sus ojos brillaban cuando me habló y la manera en que su risa llenaba la habitación. Realmente deseaba que esta gripe pasara rápido para poder verla de nuevo.
Después de un tiempo, la fatiga se apoderó de mí y decidí que era hora de salir de la ducha. Me sequé con una toalla y me puse mi pijama más cómodo. Me arrastré hasta la cama y me acurruqué bajo las mantas, esperando que el sueño me ayudara a recuperarme. Mientras me deslizaba hacia el sueño.
(...)
Me desperté cuando la luz de del día empezó a filtrarse por las cortinas de mi habitación. Celular estaba apagado y no tenía ni la más mínima intención de encenderlo así que al ver la hora en mi despertados supe que tenía más o menos hora y media para arreglarme e ir al trabajo, no debía ir, podía simplemente pedir permiso por enfermedad y todo se solucionaría, pero los internos estaban por llegar no me podía perder eso.
Tome una ducha ligera y mientras me ponía mi uniforme busque mis calcetas, una blanca y una rosa claro, cuando era pequeña mi papa solía ponerme las medias así porque decía que lo común era aburrido, hasta el día de hoy eso era un habito, aunque todo a mi alrededor estuviera en orden mis calcetas no, al fin y al cabo, nadie las vería.
Con mis zapatos puestos y todo en orden baje a la cocina a prepararme un té y ponerlo en mi termo. Hasta que el reloj en mi muñeca sonó con un mensaje de Alex. Seguramente supo que no cargue mi celular y tuvo que buscar opciones.
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El arte de sanar
Romanceel ajetreado mundo de trabajar en un hospital no es nada fácil. la jefa de urgencias, Emma, se destaca por su habilidad y dedicación. su vida cambia cuando conoce a Estefanía, una cardióloga apasionada por salvar vidas y romper estereotipos, a medid...