Ya habían pasado dos meses desde que se había mudado a la mansión. Después de despedirse de Azumi y del cuarto que le había servido de hogar por casi tres meses, había recogido sus pocas pertenencias y había seguido a lady Tsunade. El espacio que habían reservado para ella estaba ubicado en el primer piso, y no era más grande que el de la posada, pero se sentía cómoda. Tenía todo lo que necesitaba.
Descansó por un par de días para recuperarse de su resfriado y, apenas tuvo las suficientes fuerzas, reanudó el entrenamiento. Sin embargo, la rutina tenía un añadido: las clases teóricas. Todos los días, se reunía con Sakura, quien, por cierto, era aprendiz de lady Tsunade. Era muy inteligente, y a Athena le infundía un gran respeto. Un par de veces había sido testigo de sus arduos entrenamientos con la Hokage, y a veces Athena se preguntaba de dónde sacaba tanta resistencia para seguirle el ritmo a su maestra.
Por otro lado, tal como le había dicho la Hokage, se le requería algunas horas de trabajo en la mansión. Athena creyó que se tratarían de tareas domésticas, pero no, hasta ese momento todo lo que se le había pedido era organizar los archivos y papeles en la oficina y biblioteca de lady Tsunade. De hecho, estaba a punto de terminar con otro de los estantes.
—Athena, pon estos libros en el suelo, ya no me caben en el escritorio.
Lady Tsunade casi nunca pedía favores, sino que ladraba órdenes. No era que fuese una mujer mal educada, simplemente su naturaleza temperamental y poder de liderazgo eran las que tomaban el control de su personalidad en la oficina. Athena siempre trataba de ser lo más silenciosa posible para no interrumpirla, especialmente cuando coincidía con las reuniones con la Srta. Shizune, donde leían los informes de las misiones. Tampoco eran muchas, a Athena no se le permitía estar en la oficina de la Hokage cuando se trataban asuntos importantes ni tampoco podía quedarse sola en la habitación. Lo entendía, estaban siendo precavidos, era normal que no la expusieran a información delicada sobre la aldea.
Mientras ponía los libros en el suelo, miró de soslayo a lady Tsunade; parecía cansada y estresada. Solo unos días le habían bastado para comprender la gran responsabilidad que pesaba sobre sus hombros y la cantidad de trabajo que le suponía un cargo como Hokage. Su posición como líder le acaparaba casi todo el tiempo. Cada día su admiración por ella crecía, no solo como Hokage y shinobi, sino también como persona. A pesar de todas sus tareas, siempre corría al hospital cuando la situación lo ameritaba y hablaba con los ninjas de todos los rangos para asegurarse de que estuvieran bien, tanto física como emocionalmente.
No obstante, algo le decía que lady Tsunade era más vulnerable de lo que aparentaba. Detrás del temperamento fuerte y la cabeza fría para tomar decisiones, Athena percibía una suavidad y fragilidad mezclada con melancolía. La verdad era que sabía poco del pasado de la Hokage, pues todo su conocimiento se basaba en las historias que su abuela le había contado y las que escuchó luego cuando se convirtió en la Quinta Hokage.
¿Tenía familia? ¿Se había casado? ¿Qué edad tenía? Su cabeza se iba llenando de preguntas, las cuales se moría por hacer, pero temía traspasar los límites. Durante ese par de meses, habían conversado; sin embargo, el terreno personal aún era de arenas movedizas. Era consciente de que lady Tsunade quería acercarse más a ella, de hecho, se atrevería a decir que hasta deseaba conocerla, pero siempre era respetuosa con la personalidad reservada y tímida de Athena, y lo más probable era que estuviera esperando que fuera ella la que tomara la iniciativa. Sin embargo, ahí era donde estaba el problema, que su naturaleza tímida le impedía dar el primer paso.
—¿Qué pasa? —inquirió lady Tsunade con voz irritada, sin levantar la mirada de los papeles que estaba leyendo.
Athena se sobresaltó.
—¿D-disculpe?
—Llevas varios minutos mirándome. ¿Necesitas algo?
Athena se sonrojó. Claro, había estado tan perdida en sus pensamientos que no se había percatado de que la había estado mirando fijamente. ¿Dónde estaba su prudencia e instinto de supervivencia? Ya había sido testigo varias veces del temperamento explosivo de la Hokage —escritorios rotos, sillas por las ventanas, paredes derrumbadas—, así que siempre hacía lo posible por no importunarla.
—No... señora.
Lady Tsunade suspiró y levantó la mirada.
—Casi puedo escuchar tus pensamientos. —Agitó la mano—. Vamos, habla, así podré continuar con este papeleo antes de que venga Shizune a cacarear sobre la importancia de hacer el trabajo cuando es debido.
Athena hizo un esfuerzo sobrehumano por no sonreír, ya había presenciado la dinámica entre la Hokage y su asistente, y era hasta entretenido verlas discutir. Lady Tsunade no era una persona perezosa, pero sí quería relajarse de vez en cuando... Bueno, no, quizás constantemente. La Srta. Shizune debía ser muy estricta para que no se atrasaran con las tareas.
—Me preguntaba, lady Tsunade, si... —carraspeó— quizás... cuando tenga un espacio en la agenda..., le gustaría tomarse una copa conmigo.
¿De dónde habían salido esas palabras? ¿Es que la habían poseído? Hacía solo unos minutos había estado reflexionando sobre el hecho de que su timidez podría ser obstáculo para tomar la iniciativa, ¿y ahora soltaba algo así, tan repente?
La Hokage la observó en silencio. ¿Había sido imprudente? ¿Había cruzado la tan temida línea? Pero luego Athena vio cómo su rostro se relajaba y sus labios se curvaban en una sonrisa.
—Por supuesto —contestó.
Athena sintió cómo el alivio le recorría el cuerpo.
—Termina con ese estante, y luego iremos a tomar algo. —Lady Tsunade tenía un brillo pícaro en la mirada.
Athena arqueó las cejas.
—Pero..., ¿la Srta. Shizune no va a enojarse?
La Hokage descartó las palabras con un movimiento de mano.
—Hoy ha sido un día largo y estresante, me quiero relajar. —Hizo una pausa—. Date prisa, tenemos que irnos antes de que regrese.
Athena no pudo evitar soltar una leve carcajada ante eso, quizás lady Tsunade sí le tenía un poco de miedo a su asistente.
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Entre el amor y las sombras
FanfictionTsunade Senju, la poderosa y atormentada Quinta Hokage de Konoha, tras años de aislamiento emocional, se enfrenta a la posibilidad de amar nuevamente. La aparición de Athena, una joven con un pasado doloroso y un misterioso poder, sacude las barrera...