52. Confío en ti

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Tomó aire profundamente y adoptó su expresión de Hokage. En ese momento, era la líder de la aldea, no la mujer enamorada. A lo lejos, la caravana de la princesa se iba acercando a las puertas de Konoha, las banderas ondeando al viento y el sonido de los cascos de los caballos resonando en la tierra.

Desvió la mirada hacia Athena y sonrió al verla con su equipo. Tsunade pudo haber negado la petición de la princesa de asignarle la misión al equipo Kenji, pero los consejeros se habían visto tan ansiosos por fortalecer las relaciones con el país vecino que ella había aprovechado el momento para negociar la reintegración de Athena a la vida shinobi, y liberarla de la vigilancia. Por más celos y ansiedad que sintiera, la felicidad de la chica era más importante para ella.

Athena la miró y esbozó esa sonrisa tímida y cargada de ternura que hacía que el corazón se le acelerara. Su mirada siempre parecía acariciarle el alma, y Tsunade no podía evitar sentirse prendada, como una mariposa atraída por la luz.

Sacudió la cabeza, tratando de despejar sus pensamientos y enfocarse en su deber. La princesa había arribado.

—Bienvenida a Konoha, princesa Ayaka —saludó Tsunade con una leve inclinación de cabeza.

La princesa hizo una reverencia.

—Muchas gracias, lady Hokage. Le agradezco por abrirme las puertas de su aldea.

Tsunade asintió.

—Tal como usted lo solicitó, el equipo Kenji —los señaló con la mano abierta— estará encantado de acompañarla durante su estadía en Konoha.

Los ojos de la princesa recorrieron al grupo, pero cuando su mirada se posó en Athena, sus labios se curvaron en una sonrisa que le iluminó el rostro.

—Estoy segura de que serán unos excelentes anfitriones. Y me la pasaré espléndidamente.

Tsunade inhaló con fuerza. «No pasa nada. Solo está siendo educada», se dijo a sí misma. Se giró hacia los integrantes del equipo.

—Lleven a la princesa, a sus acompañantes y a su esquema de seguridad al hotel que hemos dispuesto para ellos —ordenó con voz firme. Luego, volviendo la atención a la princesa, agregó—: Si surge algún imprevisto, hágamelo saber de inmediato.

La princesa asintió con gracia.

—Por supuesto, lady Hokage. Gracias de nuevo.

—Con permiso —murmuró, dándose la vuelta y haciéndole un gesto a Shizune para que la siguiera.

Mientras se alejaba, no pudo evitar girarse y lanzar una última mirada hacia el equipo. Ya se habían puesto en movimiento, y la princesa Ayaka estaba intercambiando algunas palabras con Athena. El nudo en el estómago reapareció, pero Tsunade se obligó a mantener la compostura. Athena se merecía tener su confianza; esa era su prueba de amor hacia la chica.

—¿Se encuentra bien, lady Tsunade? —preguntó Shizune a su lado.

Tsunade asintió, aunque su respuesta fue apenas un murmullo.

—Sí.

Su asistente la estudió por un momento.

—¿Puedo entrometerme?

Tsunade casi soltó una carcajada, Shizune siempre era entrometida, no sabía por qué estaba pidiendo permiso. Aun así, asintió.

—¿Le preocupa que pueda pasar algo entre ellas dos? —preguntó, haciendo un gesto con la cabeza hacia el grupo que se dirigía al hotel principal de la aldea.

Tsunade se debatió si debía ser sincera con su asistente y compartir sus inquietudes. ¿Estaba bien mostrarse tan vulnerable ante ella? Sin embargo, Shizune no era solo su aprendiz, sino también su amiga.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora