Hacía tiempo que Tsunade no se sentía de esa forma: con ganas de beberse un bar entero y apostar hasta la ropa interior. Sus cambios de humor estaban peor que nunca; sentía cómo todos sus subordinados entraban a la oficina como si fuera la guarida de un león. Hasta Shizune, que había visto lo peor de ella y la conocía más que nadie, se aproximaba a ella con aprensión.
Llevaba ya varias semanas sin poder concentrarse en el trabajo, había cambiado dos veces de escritorio y reparado como unas tres ventanas. Si continuaba así, le iban a embargar el sueldo para subsanar todo lo que sus arrebatos de ira habían estado dañando.
Pausó la lectura que estaba haciendo, ¿qué caso tenía? Había estado pegada a ese maldito informe durante una hora, y no tenía ni idea de qué decía.
Se pellizcó el puente de la nariz. La imagen de Athena le volvió a la mente por millonésima vez. Dios, ¡cómo extrañaba a esa chica! La veía todos los días, por supuesto, pues debía asignarle misiones a su equipo y también cuando venía a ayudar en la oficina, pero Athena ni siquiera la miraba a los ojos. Había un abismo tan grande entre ellas que ni el elemento madera de su abuelo habría podido construir un puente.
Había herido a la chica. Percibía la tensión y la tristeza que emanaban de ella. Si tan solo Athena supiera que ella no estaba mejor. A veces se planteaba hablar con ella, pero ¿qué podía decirle que no la hiciera sentir peor? No podía aceptar los sentimientos de Athena, así que no deseaba que la chica se sintiera doblemente rechazada. Independientemente de la confusión que estuviera experimentando, sabía que no era posible que se sintiese atraída hacia otra mujer.
—¿Milady?
—¡¿Qué?! —¿Por qué la tenían que molestar cuando estaba tan absorta en sus pensamientos? Al alzar la mirada, notó el miedo y la incomodidad en el rostro de Shizune. El remordimiento la embargó; su asistente no tenía la culpa de que hubiese sido una idiota desconsiderada con los sentimientos de una chica bondadosa—. ¿Sí? —suavizó la voz.
—El equipo Kenji regresó. Ayudar en la mina resultó más difícil de lo que se había pensado en un principio; llegaron un poco magullados. Athena está siendo valorada en este momento.
Apenas escuchó eso, se levantó de un salto de la silla.
—¿Qué le pasó?
—Nada grave, solo inhaló un poco de los gases de la mina, pero creo que va a estar bien.
—Tengo que revisarla.
—No creo que sea necesario, milady. Pero le informaré apenas tenga los resultados.
Tsunade dudó sobre si debía ir a verla ella misma. Quería asegurarse de que estuviera bien, pero tampoco deseaba incomodar a Athena con su presencia. ¿Cómo habían llegado las cosas hasta ese punto? ¿Por qué había sido tan estúpida? Ojalá pudiera aclarar toda esa maraña de emociones que sentía.
—Shizune, ¿qué harías si un amigo tuyo se te declarara? —soltó de repente.
Su asistente abrió muchos los ojos.
—¿Athena se le declaró?
Ahora la sorprendida era ella.
—¿Por qué supones eso?
—Bueno, ustedes dos han estado actuando muy extraño; además, los sentimientos de Athena son muy evidentes.
—¿Evidentes?
—Sí, la pobre chica los tiene escritos por toda la cara.
—Así que tú y Sakura ya lo sabían.
—¿Acaso usted no?
—No. Sí. No sé —gruñó—. Todo esto es muy confuso.
—No puedo creer que Athena hubiese tenido el valor de declararse.
—No lo hizo. Digamos... que la obligué. —Ante la mirada de desaprobación de Shizune, agregó—: Sí, sí, ya sé que no debí haber hecho eso.
—Entonces, ¿qué ocurrió? ¿Usted la rechazó?
Tsunade ladeó la cabeza, confundida ante esa pregunta. ¿No era obvio que la rechazaría? ¿Qué demonios estaba pensando Shizune?
—Por supuesto que lo hice. —Cruzó los brazos.
—¿Athena no lo tomó bien?
—La que no lo tomó bien fui yo. —Bajó la mirada avergonzada—. Le dije que no debía confundir el agradecimiento y la admiración con sentimientos románticos.
—Pero, milady, ¿cómo se le ocurre decirle eso?
Tsunade se giró para ver a través de la ventana.
—No lo sé. ¿Cómo voy a creer que una chica de veinte y tantos años va a tener esa clase de sentimientos por mí? Dios, podría ser su madre. Hasta su abuela, si yo y mi descendencia hubiésemos empezado temprano.
—Ay, no sea tan dramática, lady Tsunade.
No sabía si enojarse por la impertinencia o reírse porque era cierto.
—Shizune, ¿crees que de verdad le gusto?
Su asistente guardó silencio por unos momentos.
—No puedo asegurarlo, pero sí creo que usted es una persona especial para ella. Va a sonar un poco cursi, pero cuando ella la mira, parece como si no existiera nadie más en el mundo.
Tsunade se estremeció ante esas palabras.
—Además, lady Tsunade, —continuó Shizune—, usted le debe una disculpa.
Volteó a ver a su asistente.
—No, no, no me dé esa mirada, milady, ya bastante hemos aguantado su mal genio estos días. Tenga una conversación adulta con Athena y cúrele el corazón. —Y con esas últimas palabras, Shizune se giró y salió de la oficina.
La insolencia de su asistente no tenía límites, pero eso no le quitaba razón. Había que enfrentar la situación; tenía que enmendar su error y validar los sentimientos de Athena, aun si, en el proceso, tenía que desafiar los suyos.
«¿Mis sentimientos?», se preguntó.
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Entre el amor y las sombras
FanfictionTsunade Senju, la poderosa y atormentada Quinta Hokage de Konoha, tras años de aislamiento emocional, se enfrenta a la posibilidad de amar nuevamente. La aparición de Athena, una joven con un pasado doloroso y un misterioso poder, sacude las barrera...