47. La persona para ti

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A Athena le tomó unos días emerger del abismo emocional en el que había caído. Las palabras y el beso de lady Tsunade habían sido un ungüento para su alma herida, pero no podían borrar las profundas huellas de su pasado. En las noches silenciosas, las voces de su madre y los murmullos de los aldeanos seguían torturándola. Athena comprendía que quizás esos ecos sombríos siempre estarían presentes, como la cicatriz de la quemadura marcada en su costado; había sanado, pero aún era sensible al tacto.

Cuando retomó los entrenamientos, acordó con la Hokage no volver a intentar despertar ese poder por la fuerza. No obstante, había un rayo de esperanza en todo eso: había sentido conscientemente ese chakra fluir dentro de ella, así que el siguiente paso era tratar de invocar ese poder, sin depender de un estado emocional extremo.

Con el paso de los días, Sakura e Ino se unieron a sus entrenamientos. Ambas kunoichis estaban por hacer el examen chunnin y necesitaban todo el entrenamiento posible. Se turnaban para combatir entre ellas, contra Athena y la Hokage.

Una mañana, después de una pesadilla espantosa y muy vívida, Athena amaneció con un cosquilleo extraño en la boca del estómago. Un sudor frío la envolvía cada vez que recordaba el eco de los gritos de su madre, y el miedo se apoderaba de su pecho al recordar su expresión severa.

Mientras caminaba hacia el campo de entrenamiento, una pesadez familiar se cernió sobre ella; era la misma soledad abrumadora que sentía cada vez que su abuela debía ausentarse y la dejaba sola con su madre. La voz que le susurraba que no era necesaria para nadie, que no era suficiente, que no era amada. Con cada paso, esas viejas inseguridades renacían con fuerza en su ser. Inhaló profundamente, intentando acallar esos pensamientos. En Konoha ya no se sentía sola. Tenía amigos leales, compañeros que la apoyaban, el cariño de doña Hana y el am... el afecto de lady Tsunade.

Ese día, se concentrarían en los reflejos de Athena, así que Sakura e Ino se unieron para atacarla mientras lady Tsunade supervisaba con atención. A Athena le estaba costando mucho esquivar los ataques, las chicas combinadas eran muy rápidas. La pesadez que había experimentado en la mañana se le volvió a instalar en el cuerpo, haciéndola sentir que tanto entrenamiento era en vano. Su madre siempre había tenido razón: era una buena para nada, una donnadie; ni siquiera lady Tsunade quería estar con ella.

El burbujeo en la boca del estómago la tomó desprevenida, una sensación parecida a la que la había recorrido durante la tortura mental. Cerró los ojos con fuerza y tomó una gran bocanada de aire; no podía permitir que esa emoción la dominara. Si perdía el control, podría herir a las chicas y a lady Tsunade, y eso le dolería más que las crueles palabras que su madre aún le susurraba en la mente.

Detuvo el puño de Sakura con la mano abierta, sin sentir el dolor que debería haberle causado el impacto, aun cuando la chica había usado gran parte de su fuerza. Vio por el rabillo del ojo que Ino también le lanzaba un ataque, pero lo bloqueó con la otra mano. Las chicas la miraron estupefactas y, muy a lo lejos, escuchó que la Hokage les gritaba que se alejaran de ella.

Lady Tsunade se materializó en un segundo frente a ella mientras las chicas retrocedían.

—Athena, respira —dijo con suavidad, pero a la vez con urgencia.

A pesar de la ira que la invadía, Athena no se sentía fuera de sí. Se paró más erguida y bajó la mirada a su cuerpo, notando el chakra púrpura envolviéndole los brazos. Había un ligero hormigueo allí donde el color era más intenso. Exhaló lentamente, intentando calmarse, y el chakra comenzó a disiparse gradualmente. Era la primera vez que no perdía el control de sus acciones.

Mientras el aura púrpura desaparecía, una sensación de alivio la envolvió, aunque la tormenta aún rugía dentro de ella.

***

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora