19. Gracias por creer en mí

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—Lady Tsunade, el joven ya despertó. No tiene heridas graves, solo moretones y la cara hinchada.

Tsunade asintió. Estaba en la puerta de la habitación de Athena, observándola mientras dormía.

—Tú también lo viste, ¿verdad, Shizune? El brillo púrpura en los ojos de Athena.

—Sí, y también tenía un chakra casi imperceptible rodeándole las extremidades. Creo que también era púrpura.

—Nunca había visto algo así. Ya le pregunté a Gai y me dijo que Athena nunca había manifestado algo así. —Se llevó la mano al mentón—. Puede estar relacionado con el episodio de ira, pero esta vez no parecía enojada, de hecho...

Shizune la miró con curiosidad.

—¿Sí?

Tsunade no sabía cómo explicarlo; cuando atendió Athena después del combate, la chica la miró con tanta intensidad que casi la hizo sonrojar. Ya le había visto esa expresión antes, pero nunca tan abierta. Y no solo eso, también le dijo que tenía una sonrisa hermosa. ¿Había estado alucinando?

—Se... veía aliviada —dijo al fin—. Las heridas no eran graves, así que no pudieron haber sido el motivo de la pérdida de conocimiento. La última vez, cuando sucedió lo del entrenamiento, también se desmayó. Es como si ese poder, o lo que sea que es, fuera más fuerte que su cuerpo.

—Es algo muy extraño.

—Sí, pero al menos esta vez no quería herir a nadie. Hasta me preguntó por el chico antes de desmayarse. Veremos cómo evoluciona la situación.

No estuvo allí cuando Athena despertó, pero Shizune le informó que todo estaba bien. Pasaría a verla más tarde, tenía mucho trabajo por hacer, y muchas cosas en la cabeza. Aún tenía la mirada de Athena incrustada en el cráneo y no sabía qué pensar al respecto. Lo más seguro era que Athena se encontraba bajo la influencia de la adrenalina o de aquel «poder».

Ya había hablado con el examinador y tenía los resultados de la prueba escrita, y podría darle la noticia de que se convertiría en shinobi. Incluso tenía el equipo al que pertenecería, y el chico con el que había combatido era parte de él. Esperaba que no se guardaran rencores.

Horas después, cuando entró al cuarto de hospital, el equipo Gai y Sakura estaban allí. Hablaban animados del combate, y Athena estaba sonriendo de manera tímida, no acostumbrada a tantas alabanzas.

Sakura la vio primero.

—Maestra.

Todos los demás voltearon y la saludaron con una inclinación de cabeza.

Tsunade se acercó a la cama.

—¿Cómo te sientes, Athena?

La chica se pasó la mano por el cabello, como si estuviera tratando de acicalarse.

—Bien, milady. Solo un poco dolorida y... —señaló con la cabeza su brazo derecho—, bueno, de nuevo inmovilizada —sonrió.

—Sí, la herida en el hombro necesitará unos días. —Miró a la audiencia—. Voy a aprovechar que ustedes están aquí. —Sacó una banda con el símbolo de Konoha y miró a la chica—. Athena, ¿juras proteger y servir a la Aldea Oculta de la Hoja? ¿Juras respetar y obedecer las órdenes del Hokage? ¿Juras seguir las leyes y las responsabilidades que conlleva el camino ninja?

A pesar del vendaje y el cabestrillo, Athena levantó los dedos de la mano derecha.

—Lo juro, lady Hokage.

—Ahora eres un shinobi de Konoha.

El rostro de la chica se iluminó mientras recibía la banda. Los demás aplaudieron y la felicitaron. Después, probablemente sintiendo que la Hokage quería hablar a solas con Athena, se excusaron y salieron de la habitación.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora