43. Lo que me hacen tus palabras

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Lady Tsunade no había mentido: era una maestra muy estricta. Apenas llevaban dos semanas y Athena ya quería vacaciones. Ingenuamente, había creído que el maestro Gai era intenso en sus entrenamientos... Bueno, pues sus métodos no le llegaban ni a los talones a los de la Hokage.

Por millonésima vez esa semana, Athena trató de enfocar su chakra en los pies, pues su primera tarea consistía en caminar sobre las aguas. Mientras tomaba aire para concentrarse, se preguntó cómo Sakura había sobrevivido al temperamento y las extenuantes sesiones de entrenamiento con lady Tsunade. No solo eran las tareas de meditación y concentración, sino también las largas jornadas de entrenamiento físico. Sin embargo, todo eso tenía un objetivo.

El primer día, la Hokage le había hecho saber que debía mejorar su fuerza y resistencia para que su cuerpo pudiera soportar ese poder púrpura. Una de las fases para llegar a controlarlo era usarlo sin perder el conocimiento ni fracturarse las extremidades. Así que, cada mañana, se sometía a ejercicios de fuerza y velocidad, y en la tarde trataba de caminar sobre las aguas.

Volvió a caer al río. Cuando salió a la superficie, soltó un suspiro de frustración. Sentía que no había progresado nada.

—No extraño esos días de caminar sobre el agua.

Athena volteó hacia la voz y sonrió.

—¿Cuánto tiempo tuviste que practicarlo, Aya?

La chica miró al cielo, recordando.

—Unos dos días —sonrió con picardía.

El ánimo de Athena decayó. Ella no había conseguido nada en dos semanas.

—Ah.

Aya soltó una leve carcajada.

—Oye, ¿esos son pucheros? ¿Desde cuándo haces pucheros? —le preguntó entre risas.

—Desde que tengo que pasar todas las tardes empapada. Creo que me voy a convertir en pez —resopló.

Aya la miró divertida.

—Mira cómo has mejorado hasta en las bromas. —Luego su rostro se tornó serio y agregó—: Athena, no te sientas mal. Siempre tuve un excelente control de chakra, por eso pude convertirme en ninja médico. Ese es el requisito principal para el trabajo, y la concentración es fundamental.

—Lo sé... —respondió mientras salía del agua—. Pero no logro acallar mi mente... Le temo a este poder... y tengo otras emociones con respecto a... —Cerró la boca. No podía contarle a su compañera lo que había sucedido entre ella y lady Tsunade.

Aya asintió en comprensión.

—¿A la Hokage?

—Pues... —vaciló.

—Sé que algo está pasando entre ustedes dos.

Athena abrió mucho los ojos. ¿Era posible que fueran así de evidentes?

—¿P-por qué supones eso? —preguntó mientras se sentaba junto a su compañera.

—Athena, siempre he sido una persona discreta, así que me disculpo si estoy siendo una entrometida. —Suspiró—. Tú te mueres por ella..., y ella no es indiferente a tus sentimientos.

—¿Y por qué supones eso? —repitió. Ya parecía un disco rayado.

Aya esbozó una sonrisa indulgente.

—Puede que tú estuvieras ciega a sus atenciones, pero yo no. Siempre has sido diferente a sus ojos, y ese día que estuvimos en el onsen, ¿esas miradas que te lanzaba?... Bueno, así no se miran a las amigas ni a las subordinadas.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora