58. Coma

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La noticia de la muerte del maestro Jiraiya golpeó sus corazones como un rayo en cielo despejado. Athena había notado la sombra de preocupación que oscurecía el rostro de lady Tsunade desde que se había marchado a esa misión. Cada vez que se mencionaba su nombre, ella solo sonreía y decía que había apostado por que moriría y ella siempre perdía sus apuestas. Sin embargo, Athena sabía lo que escondía detrás de esa máscara de desenfado: su amada estaba consumida por el terror de perder a otro ser querido.

Ese día, la Hokage se sumergió en un mar de responsabilidades, consultando largas horas con el maestro rana y demás ninjas. La pérdida de un shinobi de tal calibre dejaba un vacío, pero también presagiaba peligros inminentes. Lady Tsunade se encapsuló en su papel de líder, sepultando el dolor bajo una coraza del deber. Afortunadamente, esa jornada no se le asignó ninguna misión a Athena, lo que le permitió permanecer en un techo cercano a la oficina de la Hokage, vigilándola como un halcón. Quizás rozaba el comportamiento acosador, pero deseaba estar allí para ofrecerle sustento en el momento en que se permitiera llorar la muerte de su amigo.

Ya estaban asomando las primeras estrellas en el cielo, cuando sintió la ondulación en las emociones de lady Tsunade. La encontró recostada contra una de las frías paredes del pasillo, las lágrimas surcándole el rostro. Con cuidado, le rodeó los hombros con un brazo y la guio hacia su hogar, un piso más abajo. Una vez en casa, le retiró los tacones y la despojó de su haori para revelar a la mujer herida debajo. La condujo a la cama, donde la acostó sobre su pecho, permitiendo que el llanto fluyera libremente en el silencio cómplice de la habitación.

Tras un largo rato, lady Tsunade al fin empezó a hablar.

—Naruto tiene razón, no debí haberlo dejado ir —murmuró entre sollozos.

Athena la abrazó más fuerte.

—Incluso si no le hubiera dado permiso, ¿cree que él se hubiese detenido? —Sintió que lady Tsunade sacudía la cabeza—. Esta aldea me ha enseñado que hay algo aquí, una voluntad que empuja a sus habitantes a protegerse unos a otros, a defender este lugar que llaman hogar —susurró, besándole suavemente el cabello—. Él también tenía eso, ¿no?

—Sí, él poseía la voluntad de fuego —respondió, dejando que lágrimas de cariño, nostalgia y pérdida empaparan la camisa de Athena.

***

Desde que atravesó las puertas de la aldea para unirse a su equipo en la misión, una sensación de inquietud la envolvió. Con Naruto desaparecido sin dejar rastro y lady Tsunade comportándose de manera cada vez más enigmática, enviando su equipo a lugares remotos y poco habituales del País del Fuego o incluso a naciones vecinas, Athena sabía que algo andaba mal.

Cuando finalmente completaron la misión, no podía esperar para volver a Konoha. Pero a medida que se acercaban al lugar donde deberían estar las puertas, solo iban encontrando devastación. El corazón de Athena se aceleró, golpeándole con fuerza el pecho, mientras un pánico frenético comenzaba a apoderarse de ella. Intentó sintonizar el chakra de lady Tsunade y doña Hana; el de la anciana lo encontró sin problema, pero el de su amada era inquietantemente silencioso, sin las acostumbradas ondulaciones de energía, como si estuviera congelado.

En cuanto entraron a lo que quedaba de la aldea, el impacto de la destrucción los dejó sin aliento. A su alrededor, los aldeanos y los ninjas trabajaban frenéticamente levantando tiendas de campaña para refugiarse. Sin perder un segundo, Athena siguió el débil susurro del chakra de lady Tsunade.

Cuando al fin encontró la tienda fuertemente custodiada por varios ANBU y otros ninjas, el corazón comenzó a palpitarle en la garganta.

—Lady Hokage está ahí, ¿verdad? —preguntó con urgencia.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora