42. Un sabor agridulce

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Mientras yacía en la cama, el aroma familiar de lady Tsunade la envolvía, recordándole cada detalle de los momentos compartidos. Sus pensamientos volvían una y otra vez a la sensación de los labios de la Hokage sobre los suyos, el calor de su abrazo, la chispa de conexión que había sentido. Jamás creyó, ni siquiera en sus más locas fantasías, que aquella mujer pudiera corresponder a sus sentimientos.

Athena no era un ninja de prestigio, no poseía riquezas ni la experiencia que los años podrían haberle dado. Así que, aun estando en ese cuarto, en la casa de la Hokage, todavía no podía creerse que alguien como Tsunade Senju hubiese puesto los ojos en ella. ¿Cómo era posible que, con toda su grandeza y experiencia, se sintiera atraída hacia ella?

Su abuela solía decirle que tenía baja autoestima, que era una chica increíble, con muchas cualidades, pero ella no veía mucho de eso en sí misma. Si realmente era todas esas cosas, ¿por qué su madre la había abandonado? ¿Por qué Jun había negado su relación? ¿Por qué le había costado tanto conseguir personas en quien confiar? No obstante, en Konoha tenía compañeros y hasta amigos. ¿Quizás sí era un poco de lo que su abuela y lady Tsunade veían en ella?

Y ahí estaba el otro tema que le rondaba la cabeza. Lady Tsunade se sentía atraída hacia ella de manera romántica, pero había afirmado que no podían tener una relación. Athena lo aceptó, obviamente, alejarse de la Hokage la había destrozado emocionalmente; prefería tenerla de manera platónica en su vida que no tenerla en absoluto. No obstante, no podía negar el sabor amargo que eso le producía, una mezcla de anhelo y tristeza que le pesaba en el corazón.

Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban por la ventana, Athena se dio cuenta de que, aunque estaba dispuesta a aceptar las circunstancias, el vacío que sentía por no poder tener a lady Tsunade plenamente en su vida seguiría siendo una herida abierta. Sus pensamientos, un torbellino de confusión y deseo, la mantuvieron despierta hasta que el agotamiento finalmente la venció.

***

Para nadie era un secreto que a Tsunade no le gustaba que la mangonearan, eso hasta sus mismos consejeros lo sabían. Solo Dios sabía las veces que tenía que, literalmente, morderse la lengua para no ponerlos en su lugar. Como esa mañana, por ejemplo, cuando esas piezas de museo estaban increpando a Athena por su intento de huida.

—Anoche incapacitó a varios ANBU —remarcó Homura.

—Ya les dije que ella no los atacó, solo se estaba defendiendo —respondió Tsunade.

—La atacaron porque percibieron que era un peligro para ti, Tsunade —intervino Koharu.

Tsunade suspiró.

—No estoy cuestionando las acciones de los ANBU, solo estoy puntualizando que Athena no instigó el ataque. Además, ella no arremetió contra mí en ningún momento.

—Los ANBU dijeron que ustedes estaban discutiendo. —Koharu miró de Tsunade a Athena.

—Sí, hubo una discusión, pero Athena no representó una amenaza para mí.

Dios, ¿cómo podía hacérselos entender a esas cabezas duras?

—Supongamos que no lo fue —dijo Homura—. Ahora, ¿cómo podemos estar seguros de que no intentará volver a escapar?

—Ya hablamos al respecto. Athena es consciente de lo que hizo y de las consecuencias. Prometió que se quedará en la aldea y acatará las decisiones que tomemos en esta reunión. —Tsunade miró a Athena—. ¿Verdad?

—S-sí, lady Hokage —respondió la chica.

Koharu entrecerró los ojos.

—Será vigilada en todo momento. Además, deberá ser retirada de su equipo y ya no se le permitirá hacer misiones de ningún tipo.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora