39. Un collar y un mensaje

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Lo primero que notó cuando despertó fue el dolor intenso en el pecho y la espalda. Ni siquiera cuando se había magullado las costillas en el combate con lady Tsunade había sentido tal malestar. Le costaba hasta respirar. Trató de moverse, pero el dolor le arrancó un quejido.

Sintió que alguien corría a su lado.

—Athena, no te muevas.

Reconoció la voz.

—Aya... —Abrió los ojos.

—Aún estás muy delicada. Mejor ni hables. ¿Te duele para respirar? Parpadea una vez para y dos para no.

Parpadeó una vez.

—¿Sientes ardor en el pecho?

Un parpadeo.

—¿Tienes náuseas?

Dos parpadeos.

—Vuelvo en unos minutos. Tengo que avisarle a lady Tsunade que despertaste.

Athena cerró los ojos, y quizás volvió a dormirse, pues la próxima vez que creyó haber recuperado la conciencia fue por el calor de unas manos que conocía a la perfección. Tal vez era un sueño.

—Mi-milady...

—El dolor menguará en un momento —sonaba tan seria como el día en que se había marchado a la misión.

—Sé que aún está enojada conmigo por el beso. —Seguía con los ojos cerrados—. Pero por más que trate, no puedo arrepentirme de haberlo aceptado.

—No seas tonta.

—Sé que lo soy. ¿Sabe que fue el mejor beso que me hayan dado en la vida? Aun en sueños, puedo sentirlo, como ahora.

—Y, aun así, querías abandonarme.

La oscuridad se estaba apoderando de ella; era como si un agujero negro la estuviera absorbiendo.

—¿Abandonarla? Pero si yo la am...

***

Volvió a despertar; no sabía cuánto había pasado desde la última vez. En esa ocasión, fue la Srta. Shizune quien la atendió. Más tarde, vino Aya.

—Bienvenida a la tierra de los vivos, Athena. No sabes el susto que nos diste —fue lo primero que le dijo.

—¿Tan terrible estuvo? —respondió con un poco de timidez.

—Sí. Varias veces creí que te perdía de camino a la aldea. —Aya suspiró—. Es un alivio que lady Tsunade me haya enseñado unas cuantas cosas.

La mención de la Hokage le aceleró el corazón. Luego, el terror la embargó al recordar la batalla.

—¡¿Los chicos están bien?!

—Sí. Ya los dieron de alta a los dos. Piensan venir a visitarte apenas les den permiso.

Athena arrugó el ceño.

—¿Y por qué no pueden?

—Jum, las cosas han estado un poco complicadas. Esa princesa no solo nos puso en peligro de muerte, sino que también le trajo problemas a la Hokage.

No, eso era lo que habían querido evitar desde que descubrieron a esa joven en el cargamento. De hecho, ella había estado dispuesta a dar su vida para que lady Tsunade, los chicos o la aldea no sufrieran posibles consecuencias. 

—P-pero ¿por qué? L-la salvamos... ¿Verdad? —preguntó con vacilación.

Aya exhaló un fuerte suspiro.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora