Epílogo: Primero la cena... luego el postre

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Atención: Capítulo extenso y con juguetes sexuales.

Los pasos de Athena se sentían más pesados de lo habitual. Llevaba dos semanas fuera de la aldea y, aunque a simple vista no parecía mucho tiempo, los constantes viajes a otras aldeas empezaban a hacer mella en ella. Apenas si pasaba tiempo en Konoha últimamente, y extrañaba profundamente a su doña Hana, su apartamento y a sus amigos.

El equipo Kenji, que se había convertido en su segunda familia, se había disuelto hacía ya tiempo. Con todos sus integrantes ascendidos a jounin, cada uno había seguido su propio camino. Extrañaba las bromas de Ren, quien había decidido quedarse en la academia como profesor, y a Kenji, quien, por esos días, escondía su cara de pocos amigos bajo la máscara de ANBU. A menudo se encontraba pensando en aquellos días, cuando las misiones eran más simples y todo parecía menos solitario.

Se detuvo en la rama alta de un árbol y sacó un pañuelo del bolsillo para secarse el sudor. Inhaló profundamente, tratando de calmar su mente.

—¿Estás bien? —preguntó Aya, deteniéndose detrás de ella.

Athena volteó con una pequeña sonrisa que, probablemente, no ocultaba del todo su cansancio.

—Sí, solo que... ya quiero estar en casa.

Aya le devolvió una mirada comprensiva y asintió.

—No te preocupes, ya casi llegamos. Deberías pedirle unos días al Sexto para recuperar tu chakra. —Frunció el ceño—. Después de lo ocurrido en esta misión y con toda la manipulación de emociones que hiciste, debes de estar agotada.

Athena asintió, y agradeció en su interior que aún pudiera compartir muchas misiones con Aya. Sabía que su compañera tenía razón. Esa facultad en particular siempre le pasaba factura. A diferencia de sus otras habilidades, que dependían más de su chakra, la percepción y manipulación de emociones agotaba su fortaleza mental y emocional.

Todavía recordaba lo abrumador que había sido al principio, cuando empezó a percibir las emociones de las personas a su alrededor. Sentía como si estuviera constantemente siendo invadida por los sentimientos de los demás, incapaz de apagarlos. Pero con el tiempo, y con la ayuda de Tsunade, había aprendido a controlar ese don como un interruptor. Únicamente lo usaba cuando la misión lo requería; no solo porque era invasivo para los demás, sino porque el desgaste emocional que le provocaba era considerable.

Miró hacia el cielo estrellado, su mente vagando entre recuerdos y pensamientos. Había muchas cosas que la tenían baja de ánimo por esos días, pero lo que más le dolía, lo que siempre le dejaba un hueco en el pecho, era la ausencia de Tsunade. Habían tenido suerte en el pasado, coincidiendo en misiones o en los mismos periodos de descanso en la aldea. Pero ahora llevaban dos meses sin verse, y Athena comenzaba a sentir el vacío en cada fibra de su ser.

Era increíble cómo se podía llegar a añorar tanto la presencia de alguien. Extrañaba el calor de su cuerpo, su olor, su voz que siempre lograba calmarla, y hasta la suave sensación de su respiración junto a ella. Apretó la mandíbula, resistiendo el impulso de dejarse llevar por la nostalgia.

«Si Tsunade no regresa en una semana —pensó con determinación—, le pediré permiso al Sexto para ir a buscarla». Y con esa resolución en mente, emprendió nuevamente la marcha.

***

El corazón de Athena se aceleró en cuanto la sintió. Estaban a solo unos metros de las puertas de Konoha, y un impulso casi incontrolable la invadió: quería correr, encontrarla de inmediato. Pero sabía que primero debía cumplir con su deber y reportarse al Hokage. Aceleró el paso, con una energía renovada que sus compañeros escasamente pudieron seguir.

Entre el amor y las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora