Cuando Tsunade regresó a la oficina, Shizune la estaba esperando con una expresión expectante en el rostro.
—¿La llevó de vuelta? —preguntó mientras Tsunade tomaba asiento.
—Por supuesto. —Esbozó una sonrisa engreída—. ¿Crees que una chica de 21 años podría llevarme la contraria? —Alzó en mentón—. No ha nacido el primero que lo haga.
Su asistente sonrió.
—Me gusta mucho su humildad, milady —ironizó.
—Jum. Creo que ya le quedó muy claro con quién es que está tratando. —Tomó los papeles que había en su escritorio—. Ah, por cierto, necesito que llames a Gai y Lee.
Shizune la miró con curiosidad, pero guardó silencio.
«Buena chica», pensó Tsunade.
Una hora más tarde, Gai y Lee entraron a su oficina. Estaban sucios y sudados. Tsunade suspiró. ¿Es que esos dos nunca paraban sus entrenamientos? Esperaba que sus personalidades tan enérgicas no abrumaran a Athena, aunque, para ser sincera, sí tenía el deseo de que le contagiaran su determinación. Esa había sido una de las razones por las que había pensado en ellos.
—Gai, Lee, tengo una misión para ustedes. —Casi se ríe por el entusiasmo que transpiraban sus cuerpos—. Lee, estarás a cargo del entrenamiento de un ninja novato. Gai, quiero que supervises ese entrenamiento y me traigas reportes constantes.
Lee alzó mucho sus cejas pobladas.
—¡¿Seré el maestro de alguien?!
—De alguna manera, sí —respondió Tsunade.
Lee se puso rígido, con la mano en su frente, como saludando al capitán de un pelotón. Sus ojos chispeaban.
—Lady Tsunade, ¡seré el mejor maestro! ¡Se lo prometo!
Tsunade sonrió, el chico tenía sus momentos de encanto.
—Milady —intervino Gai—, me haré cargo. —Esbozó esa amplia sonrisa tan propia de él, mientas mostraba su dedo pulgar.
Cuando salieron de la oficina, Tsunade aún podía escuchar los gritos entusiastas desde el pasillo.
Durante los días siguientes, Tsunade se aseguró de pasar a ver Athena, pues quería garantizar su plena recuperación; le esperaban días agotadores al lado de Lee y Gai, y debía estar en buena forma. Aunque si era honesta consigo misma, también lo hacía porque la chica le preocupaba, tenía la corazonada de que era una persona muy solitaria. Había algo en su semblante que denotaba incomodidad durante sus interacciones. Sus ojos expresaban inocencia y amabilidad, pero también una profunda nostalgia, como si hubiese vivido más de los 21 años que tenía.
El día que fue a darle de alta, le notificó sobre su entrenamiento. La chica no había hablado mucho, pero al menos su mirada se había iluminado un poco. Tsunade esperaba que esos dos fueran una buena influencia para ella.
***
Tres días después, mientras revisaba los detalles de una misión, unos golpes en la puerta la interrumpieron.
—Adelante.
Una Athena con un traje verde de una pieza entró.
—B-buenas tardes, señora Hokage. —Se inclinó.
Tsunade estaba atónita. ¿Cómo era posible que la vistieran con ese mismo atuendo? ¡Par de idiotas! Se habían ganado una buena paliza.
Su silencio pareció alarmar a Athena, pues levantó la cabeza y le preguntó si la había importunado.
—No —Tsunade al fin pudo hablar—. Acércate.
La chica caminó con cautela hasta que estuvo frente a su escritorio. Como siempre, sus mejillas estaban teñidas de rosa y tenía una mirada evasiva.
—¿Por qué estás vestida así? —preguntó Tsunade mientras señalaba el atuendo.
Athena se miró a sí misma y se sonrojó aún más.
—Ah... este..., Lee y el maestro Gai me dijeron que es bueno para el entrenamiento. —Se pasó la mano por la nuca—. Al menos es cómodo.
—A mí no me parece que te veas muy cómoda con él. —Arqueó una ceja.
—Bueno, es que no quería contradecirlos.
—Athena, no tienes que ponértelo si no te gusta. Esos idiotas a veces se pasan con sus ideas.
—P-pero no me gustaría que se enojaran conmigo.
—Si lo hacen, es su problema.
—Pero...
—¿Te gusta?
—No —murmuró.
—Después de que salgas de aquí, vas y te lo cambias, ¿entendido?
Athena asintió.
Tsunade la observó. La chica necesitaba pies de plomo. ¿Siempre hacía lo que se le pedía, aun cuando no lo deseara? Sin embargo, había mostrado algo de rebeldía al escaparse del hospital y también al decirle que no hiciera nada por ella si solo era por una deuda. La semilla estaba allí, solo había que cultivarla.
—Tengo unos libros para ti —dijo Tsunade mientas se levantaba de la silla y se dirigía a un estante con libros y pergaminos. Tomó dos—. Creo que estos te ayudarán a entender un poco lo que es el chakra y cómo usarlo en combates cuerpo a cuerpo.
Al acercarse a Athena, notó el interés que irradiaba de su mirada. Era evidente que a la chica le gustaba mucho la lectura. También advirtió que debía levantar levemente el mentón para poder mirarla a los ojos. ¿Cómo no se había dado cuenta de la diferencia de estatura? En medio del escrutinio a la que estaba sometiendo a la chica, vio cómo un rubor le subía por el cuello y le tornaba la cara de un color semejante al de un tomate. Fue entonces cuando Tsunade se percató de que estaba parada demasiado cerca de ella. Dio un paso atrás y le ofreció los libros.
—Cuando los hayas terminado, vuelve y te daré más.
Athena los tomó con manos temblorosas.
—S-se lo agradezco mucho. —Los apretó contra su pecho.
Tsunade sonrió.
—Ve y sigue esforzándote, ¿está bien?
—¡P-por supuesto! —contestó Athena con algo de entusiasmo.
Tsunade la siguió con la mirada mientras salía de la oficina. La chica era tímida y reservada, pero sus modales y forma de expresarse eran atractivos. Estaba segura de que era una buena conversadora una vez que rompía el hielo y se sentía en confianza. Habría que darle tiempo para que llegara a ese momento.
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Entre el amor y las sombras
FanficTsunade Senju, la poderosa y atormentada Quinta Hokage de Konoha, tras años de aislamiento emocional, se enfrenta a la posibilidad de amar nuevamente. La aparición de Athena, una joven con un pasado doloroso y un misterioso poder, sacude las barrera...