Capítulo IX

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Won Cassandra.


Una piedra se había cruzado en mi camino, el piso y yo casi nos damos un tierno beso, lleno de afecto, que se noté la ironía. Maldecí en mis adentros a aquella piedra y continúe mi camino, el bosque estaba húmedo por la recién llovizna, de las hojas goteaban agua, algunas caían en mi pelo, había estado espiando por la ventana para cuándo Mike saliera, así paré en este lodoso, frío y aterrador lugar, el bosque era de los últimos lugares en lo que me gustaba estar, y aquí estoy.

Algo bajo mis zapatos crujió de manera asquerosa he incomoda, levante mi pie para ver que era y mi corazón se sobre salto por un segundo, era la cabeza de un conejo. Me abaje para ver la de cerca. El corte está fresco, por la cantidad de sangre y humedad en el pelaje deduje que fue reciénteme, examiné el corte por unos segundos, y parecían hechos por una navaja, tome foto con mi celular, y continúe caminando por el bosque.

No debí venir sola.

Sigo caminando, en uno de los árboles se encontraba un cuerpo sin cabeza de un conejo, esté estaba clavado en el tronco. Fotografío nuevamente. Sigo andando por el bosque por casi una hora y sólo había encontrado un rastro de sangre que acaba antes de llegar al río, este era largo, de agua cristalina con reflejos verdes por las plantas a su alrededor, descendía de una cascada. En la orilla había una manta tendida junto a un equipo de caza y unas ardillitas amarradas, intentaban zafarse en movimientos tontos he insistentes. Crueldad animal. Quería liberarlas, pero no quería problemas con quién las haya dejado.

En verdad, no sé qué andaba esperando, pero no me quería moverme de ahí, ni a liberar a las ardillas, ni a irme a otro lado, me sentía en peligro. De entre las aguas de la cascada salió Mike, mojado y con una bolsa en manos, mi ceño se frunció. ¿Hay una cueva tras la cascada?

Llegó a la orilla y dejo la bolsa en la manta, se quitó la camisa dejando su abdomen marcado a la intemperie. Me acabo de sentir cómo una acosadora. Exprimió el agua de su camisa, iba acercándose a los árboles, quizás para tenderla, inmediatamente trate de moverme hacía los arbustos más cercanos para esconderme sin hacer mucho ruido, y sin que me noté, ¿Estoy asustada? No ¿Cagada? Sí.

Escuchaba el movimiento, los pasos y balbuceos que soltaba Mike por lo bajo, e intentaba no hacer ruido, ni movimiento que llamara su atención hacia dónde me encontraba.

—Michael. Mi madre dijo que pasaría mañana, y dijo que investigara dónde puede conseguir la medicación. ¿Está muy mal?

—No reacciona, no sabe dónde está, se ve muy perdido y lo único que dibuja constantemente es a los vecinos, pero sus dibujos no tienen sentido, creo que lo estamos perdiendo.

Me mantuve atenta a lo qué escuchaba. La segunda voz, nunca la había oído, no podía distinguirla. Quería buscar la forma de poder ver quién era, por lo que me moví con cautela hacia otro arbusto en otro extremo, esté daba a una vista menos amplia, pero al menos veía más que en el otro.

Podía ver a Mike de frente, pero a quién lo acompañaba solo miraba su espalda, el tipo era igual de alto que Mike, quizás más bajo, de hombros y espalda anchos, grandes brazos y lo que más llamaba la atención de él, era su cabello, tan blanco cómo la nieve, tan blanco cómo mi lunar, era largo y parecía fino, iba peinado en una media cola. No podía ver su rostro, pero desprendía un aura tan magnética cómo la de Lorena y Loren, tan sensual, atractiva, pero peligrosa.

—Tratare de ver cómo resolvemos hoy.

—Gracias, hermano.

—No me agradezcas, sabes que daría lo que fuera por él —Mike le sonrío, chocaron sus manos y se dieron un abrazo. Él peliblanco se dio la vuelta y yo me escondí por instinto, relamí mis labios y por el otro costado observé hacia Mike, quién se dio la vuelta para sentarse en la manta junto a sus ardillas, volví a mirar del otro lado, la espalda del sujeto se iba alejando, se adentró a la cascada caminando por las piedras, y desapareció entre el agua.

Entre las paredes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora