Capítulo XXXVII.

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Won Katly.

 

Mis párpados se abrieron de manera lenta, mi ceño estaba fruncido y mi nariz arrugada, negué lentamente de manera inconsciente, tratando de asimilar todo alrededor.

No sé cómo me quedé dormida al final, lo último que recuerdo fue mi orgasmo...luego todo era borroso, le planteé algo a Mike, no sé qué, discutimos, se fue enojado a la cocina y yo lo perseguí...no, me quede, no...sí, si lo seguí. ¿Pedí perdón?...agua...sueño...

Inspeccionó mi alrededor, y me percató de que estoy en la habitación de la cabaña, acostada en la cama, desnuda. Busque a Mike a mi lado, pero no había señales de él. Me levante y fui al baño, nada. Sobre el lavamanos, había un cepillo dental nuevo en su caja junto a la pasta.

Mike me va a secuestrar...

Sobre eso discutimos...

Salí casi corriendo del baño. Noté una de las camisa de mi loco novio en el suelo, la recogí y me la puse mientras caminaba a la puerta, tome la perilla y está no cedió a abrirse.

No.

No.

No, por favor.

Empecé a mover la perilla de manera agresiva, a empujar la puerta y a gritar.

—¡MIKE! ¡Carajo! ¡¿Dónde estás?! ¡Ábreme la Maldita puerta!—Sigo gritando y empujando la puerta por unos minutos, hasta que me rindo y me doy cuenta de qué ese imbécil me dejo encerrada.

Me secuestró.

Recuesto mi cuerpo de la puerta y suelto un bufido de desesperación.

Piensa Katly, piensa, piensa.

Tú eres lista.

Mike, no.

Te cree indefensa, tonta, vulnerable.

Eres todo lo contrario.

Busqué en el closet ropa para ponerme de mi ahora exnovio, (no lo sabe, pero terminamos), me aseo y trato de relajarme y pensar con la mente fría. Repaso la habitación con la mirada, tratando de notar cada cosa y ver cómo utilizarlas a mi favor.

Pinchos, gomitas, un cepillo, ropa, peines, productos de cuidado...carajo.

Piensa Katly, piensa.

Reviso en las gavetas del tocador y armario, un tanto desesperada y con unas inmensas ganas de llorar.

Ahogó un grito y me paso las manos por el cabello de manera brusca. Me concentro en mi respiración, para calmarme y no tener una crisis aquí mismo.

Me acerqué a la ventana, la cuál también estaba cerrada con seguro, ¿Ventanas con llaves? ¿Me estás jodiendo?

Mi mirada se dirigió hacia las cortinas, más bien, al tubo que sostenía la cortina en su lugar. Sonreí cómo idiota. Busqué la mesita de noche y la utilice para subir y tomar el tubo, quite aquella tela que cargaban y me sentí mejor cuándo vi el metal en mis manos, agradecí al de arriba por la suerte que tenía.

Me acerque rápidamente a la puerta, y no dude en golpear la maldita perrilla, para forzarla y abrirla, y así lo hice, está cedió y yo salí hecha rabia.

Me sentía dolida y traicionada, no respetó mi maldita decisión de qué deseaba estar del lado de mi familia.

Cuándo llegue, ya me había percatado de que todas las puertas de salida necesitaban una llave, así qué ya sabía que debía romper de las perrillas para salir de aquí.

Entre las paredes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora