Martin bajaba corriendo del ascensor para llegar a su piso. Habían quedado a las 9 en punto para hacer la previa con sus nuevos amigos, y se había retrasado en el supermercado haciendo las últimas compras, confiado en que su compi, Ruslana, estaría en casa para cuando llegaran. Sin embargo, un mensaje de la pelirroja alteró su espacio y tiempo:
| ¿Dónde coño estás? Ya han llegado y yo estoy en casa de Kiki, tardaré porque se está terminando de vestir.
Martin resopló, ya estaba acostumbrado a que la pelirroja hiciera lo que le daba la gana, pero se suponía que ella se quedaría para entretenerlos. ¿Y por qué estaba en casa de Kiki si la previa era en su propio piso?
Al llegar a la entrada de su piso, se encontró con los tres nuevos amigos que había hecho en el último mes. Después de la fiesta, su amistad se había fortalecido mucho; ambos grupos se habían adoptado mutuamente y la conexión que hicieron el primer día había germinado en una bonita amistad. El humor de los seis era muy particular, y pocas personas externas lo entendían.
—¡Cuánto tardas, eh, maricón! —soltó graciosamente Álvaro al verlo llegar con todas las bolsas, sin intención de ayudarlo.
Martin rió e intentó sacar las llaves para abrir la puerta. En ese momento, sintió unos brazos que le quitaban las bolsas de las manos para dejarlo más cómodo y poder abrir la puerta.
Juanjo lo miró con burla. —Podrías haberlas dejado en el suelo, a veces eres muy lento.
Martin le devolvió la mirada y alzó las cejas con provocación: —En realidad, mi intención era que me ayudaras tú, y adivina qué, funcionó. —le guiñó un ojo y se metió al salón.
La relación con el aragonés después de la fiesta fue escalando; él se iba abriendo día a día mientras más salían. Al principio, era silencioso y borde, y muchas veces prefería estar con el móvil antes que prestarles atención.
Martin no pudo evitar recordar la primera semana con el grupo, cuando Juanjo aún era una incógnita para todos. Fue en una salida a un bar de tapas, un lugar pequeño y bullicioso donde solían ir para desconectar después de la universidad.
Al llegar, Juanjo se sentó en una esquina, un poco alejado del núcleo de la conversación. Mientras el resto hablaba animadamente y compartía sus historias, Juanjo se mantuvo atento pero distante, siguiendo los chistes con una sonrisa contenida y sin involucrarse demasiado.
—¿Este tío es mudo o qué? —se quejaba Ruslana, mirándolo con curiosidad y cierta coquetería. Ella había intentado varias veces incluirlo en la conversación, lanzándole comentarios juguetones, pero él respondía con monosílabos y una sonrisa apenas perceptible.
Kiki, en un intento por romper el hielo, se dirigió a él con una amplia sonrisa:
—Oye, Juanjo, ¿te gusta el fútbol? —preguntó, sin saber muy bien cómo iniciar una conversación con él.
Juanjo levantó la mirada, y con una sonrisa educada, respondió:
—No, no mucho. Prefiero los conciertos y las fiestas —dijo, mostrándose más abierto pero sin soltar demasiada información.
Martin, que había estado observando la interacción, decidió intentarlo también.
—Entonces, ¿te gusta la música en vivo? ¿A cuál fue el último concierto al que fuiste? —preguntó, intentando encontrar un tema que lo animara a hablar más.
—Fui al de una amiga mía, Naiara, la semana pasada. Estuvo genial —contestó Juanjo, su tono más animado que antes, pero aún así breve.
Ruslana, que no perdía la oportunidad de coquetear, se acercó un poco más a él, cruzando las piernas y lanzándole una mirada sugestiva.
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No Puedes Gustarme
FanfictionJuanjo siempre había creído que no estaba hecho para las relaciones serias, y su mejor amigo estaba convencido de que esto se debía a que nunca había considerado la posibilidad de estar con hombres. Esta afirmación, que comenzó como una broma, ocult...